I Jornada de Estudios sobre Masonería en Argentina y América Latina

Influencia de la Masonería en el Pensamiento Político de la Revolución de Mayo

22 de Mayo de 2010 / Sede de la Masonería Argentina. Pte. Perón 1242. CABA

Libro “Masonería en la Revolución de Mayo. Influencia en el pensamiento político”

Libro “Masonería en la Revolución de Mayo. Influencia en el pensamiento político”
La Gran Logia de la Argentina de Libres y Aceptados Masones y a la Universidad de Buenos Aires auspician esta primera edición de nuestro libro “Masonería en la Revolución de Mayo. Influencia en el pensamiento político”, constituyéndose en el primer libro impreso por la editorial de la Gran Logia de la Argentina “Ediciones Masónicas Argentina”. Una investigación del Centro de Estudios para la Gran Reunión Americana, del Equipo de investigación: Ricardo Romero, Roberto Sahakian, Verónica Baston, Antonio Las Heras, Nicolás Breglia, Andrea Marisa Romandetti Dasso, Jorge Cabezas, Sylvia Ruz Moreno, Germán Boure, María del Carmen Romano, Mario Luján Benítez Reyes y textos de Emilio Corbière.

Proyecto de Investigación: Influencia de la Masonería en la Revolución de Mayo

Director: Lic. Ricardo Romero

Nos proponemos en esta investigación analizar los componentes de las ideas masónicas a fin de relacionarlas en su influencia en la construcción del Estado Argentino. Haciendo una construcción analítica de fuentes históricas: documentos, escritos, proclamas y biografías, a fin de dilucidar cuáles fueron los componentes que marcan la influencia de la masonería en el Pensamiento Político de la Revolución de Mayo, sosteniendo que el esquema de Logia permitió un accionar similar a un partido de cuadros en el proceso revolucionario.

Análisis

La Logia Lautaro es la organización emblemática del análisis historiográfico. Debe su nombre a los relatos que contó Bernardo O´Higgins a Miranda sobre la oposición que realizó el toqui mapuche Lautaro a la dominación española de Chile en el siglo XVI. En sus principales objetivos estaba la de lograr la independencia de América, para establecer una confederación de repúblicas. Seguían la línea de los Caballeros Racionales, Logia creada en 1807 y que luego tomaría en Cadiz el nombre mismo de Lautaro.

Es interesante ver que la masonería llega de la mano de los liberales españoles y no de los ingleses, como critica la línea revisionista. De hecho, cuando llegan San Martín y Alvear a Buenos Aires en 1812, venían actuando logias previas, entre la más reconocida fueron las Independencia, una que levantó columnas en 1795 y otra del mismo nombre que trabajaron desde 1806 hasta confluir en la Lautaro. Si bien son logias de influencia masónica, las mismas eran operativas, con lo cual podían salirse del ritualismo y concentrarse en los objetivos específicos establecidos. Además, como comenta José Stevenson Collante, durante el proceso revolucionario, los miembros de la masonería tenían doble investidura, participaban en Logias Regulares Universales y de Logias Operativas de carácter patriótico para la revolución americana. Algunos de los principales miembros a destacar fueron: Francisco de Miranda, Andrés Bello y Simón Bolivar de Venezuela, José María Caro de México, Bernardo O´Higgins de Chiles, Juan Pablo Fretes de Paraguay; y en Argentina actuaron José de San Martín, Carlos de Alvear, Bernardo de Monteagudo, Gervasio Posadas y Tomás Guido, entre otros.

En lo académico, nos señala Emilio Corbiére (La Masonería) que si bien existen marcadas evidencias de los vínculos masónicos, por diversas razones, no se profundizan los análisis de sus implicancias. Existen trabajos que estudian el accionar de las Logias en la región, desde La Logia Lautaro por Emilio Gouchon, La masonería y la independencia de América por Nicolás Navarro, La Logia Lautaro y la independencia americana por Antonio Rodriguez Zuñiga, La Masonería a través de sus hombres por Alcides Lappas, o San Martín, la Logia Lautaro y la Francmasoneria por Fabián Onsari; o análisis específicos estudian la Revolución de Mayo, como uno reciente de Marcela Ternavasio, Gobernar la Revolución, que estudia los poderes en disputa en ese período, y en el cuál la pertenencia de los mismos a la masonería no es problematizada. Y si bien, existe la investigación Lucia Gálvez (Como dios manda? Iglesia, masonería y estado en la Argentina) quien estudia la participación de curas y masones en el proceso emancipatorio.

Lo cierto es, que la mayoría de éstos trabajos tienen un carácter esencialmente histórico y en todo caso, dejan en todo caso como un aspecto anecdótico el vinculo entre masonería y la emancipación, o la mirada se centra en un aspecto histórico del proceso. Se trata de dar una aproximación politológica al análisis para ver los componentes estructurales del pensamiento masónico derivados en el proyecto político de la revolución.



Lanzamiento de la Jornada

viernes, 7 de mayo de 2010

MASONES EN EL PLATA: EL SUEÑO DE LA GRAN REUNION AMERICANA. Por Jorge Cabezas

MASONES EN EL PLATA: EL SUEÑO DE LA GRAN REUNION AMERICANA
por Jorge Cabezas
Secretario General
Centro de Estudios para la Gran Reunión Americana

La discusión en torno de la incidencia de distintos intereses en las guerras de Independencia que las colonias de América libraron a partir del siglo XVIII para liberarse del yugo imperial ha sido, desde la creación misma de la Nación argentina, objeto de polémicas y materia de interpretación para historiadores e investigadores, doctos y legos, expertos y aficionados, sin que hasta la fecha pueda considerarse saldado el debate.
A efectos de considerar el papel jugado por la Masonería en el proceso revolucionario que determinó la emancipación de los territorio ultramarinos de la Corona ibérica, es preciso determinar los límites del período histórico en estudio, dado que un análisis sincrónico de la coyuntura revolucionaria no permitiría apreciar con justeza el influjo que los masones pudieron ejercer en la gesta patriótica. Por tanto, a los fines que interesan a este trabajo, observaremos el lapso que, comenzando en 1795, abarca las dos primeras décadas del siglo XIX, extendiéndose más allá de la declaración de la Independencia de las Provincias Unidas del Sud, en 1816, considerado como hito en la cronología histórica de la descolonización suramericana.
Fue este sin duda un proceso social, económico y político complejo, en el cual intervinieron distintos actores,  animados por intereses diversos, cuando no, directamente contrapuestos. Sobre el mismo, se han generado versiones de dispar índole, desde las escolares -con sus héroes de mármol y bronce-  hasta las académicas -más sesudas, pero no menos maniqueas-,  sin que hasta la fecha haya prevalecido alguno de esos relatos por sobre los demás,
Sigue en debate, entonces, la cuestión de la influencia que la Masonería pudo tener en la gesta emancipatoria que los pueblos de Suramérica llevaron a cabo, en un a época en que el espíritu libertario de la Ilustración arrasó con los regímenes monárquicos y el oscurantismo religioso que fue baluarte y soporte ideológico del Ancién Regime, y que como él, sucumbió ante el embate irrefrenable de la Razón y los principios de Libertad, Igualdad y Fraternidad que secularizaron el mundo.
En el caso de nuestro país, que junto a la República de Haití, fue de los primeros en liberarse de las cadenas del colonialismo, la Masonería -a través de sus hombres,  y a lo largo de varias décadas, entre principios y mediados del siglo XIX-, llevó a cabo una tarea decisiva en la definición del curso de los hechos revolucionarios, en abierta conflagración con las fuerzas retardatorias, identificadas con los sectores sociales vinculados a la metrópoli y los intereses de la corona española,
Así, este trabajo sostiene que los masones, ya como activistas en las Sociedades Patrióticas,   ya como funcionarios de los gobiernos o integrantes  de los ejércitos revolucionarios, influyeron fuertemente en las corrientes más progresistas del proceso independentista, desempeñando un rol de conducción dirigencial a lo largo de un período clave de nuestra historia que se inicia mucho antes de  1810 y que se extenderá mucho más allá de 1816,  durante el doloroso proceso de organización del Estado nacional que culminará, recién en 1853, con la sanción de la Constitución   que instaura en el país del sistema republicano, representativo y federal.
ORIGENES DE LA MASONERIA EN EL RIO DE LA PLATA

La instalación de la primera logia masónica en el territorio de la actual República Argentina sigue siendo al día de hoy una incógnita. La carencia de archivos o cualquier tipo de documentos ha impedido a los historiadores datar fehacientemente el inicio de la actividad de los masones en estas latitudes. Podemos, sin embargo, dar crédito a la postura de Lazcano, quien sostiene que la masonería se establece en el Río de la Plata entre 1795 y 1802, probablemente a raíz de la iniciativa de residentes franceses en Buenos Aires, quienes habrían fundado la “logia Independencia”[1], En la vereda opuesta, Canter, basado en la ausencia de pruebas históricas convincentes, niega rotundamente su existencia[2].
A su vez,, Juan María Gutiérrez afirma en la “Revista de Buenos Aires” que la primera logia masónica fue fundada en 1804 por el prófugo portugués Joao da Silva Cordeiro, quien le impuso el nombre de “San Juan de Jerusalén”, y a cuyas tenidas el general Beresford habría asistido en un par de ocasiones, durante el corto período de dominación británica de la ciudad, durante las invasiones inglesas[3].  
Otra versión, atribuye precisamente a los anglosajones la aparición de la masonería en estas costas, adjudicándoles la fundación de los dos primeros “Talleres” en 1806, con los nombres de “Hijos de Hiram” y “Estrella del  Sur”[4].  Estas dos logias habrían sido el nexo entre la realidad porteña y la ocupación británica de la Banda Oriental, manteniendo al tanto a los invasores ingleses de las reacciones que sorprendían en los patriotas porteños. Asimismo, se piensa que Beresford y Pack lograron evadirse de la prisión, merced al entendimiento fraternal con dos masones criollos, Saturnino Rodríguez Peña y Manuel Aniceto Padilla, integrantes de las mencionadas logias[5].
Y aunque estas logias masónicas de origen extranjero tuvieron una vida efímera -disolviéndose tras el breve período de dominación británica-, fueron el punto de inicio para la intervención de sus integrantes en los sucesos posteriores que desembocarían en  el proceso revolucionario, con la finalidad de conducirlo hacia la gestación de una nueva república[6].
Pero la cuestión de la aparición de los primeros talleres masónicos en el Río de la Plata nos  obliga a revisar en forma liminar su organización en el continente europeo, desde donde se proyectaron los planes su estrategia para lograr su objetivo: Independencia y Constitución.
LOS PATRIOTAS AMERICANOS Y SUS SOCIEDADES SECRETAS EN EUROPA
Existe amplia coincidencia en torno de la consideración de que Francisco de Miranda fue el promotor de las sociedades seceretas que los patriotas americanos fundaron en Europa con la exclusiva intención de impulsar la lucha por la independencia de las colonias españolas en América.
Fue precisamente en Madrid, en el año 1795, que los americanos residentes en España constituyeron la Junta de Diputados de Pueblos y Provincias de la América Meridional, en la que civiles, militares y sacerdotes se conjuraron con este propósito.
Hasta los investigadores del más rancio nacionalismo católico reconocen la presencia de masones en esta sociedad patriótica, que supo contar entre sus integrantes a los hermanos argentinos José y Francisco Gurruchaga, el coronel salteño José Moldes y los sacerdotes José Cortés Madariaga, Servando Mier y Juan Pablo Fretes, entre otros muchos[7]
Hacia 1797, una comisión de delegados de esta Junta se reúne en París con el Generalísimo Miranda, con quien deciden pedir el auxilio militar de Inglaterra, negociando con la corona británica un empréstito. Conscientes de su debilidad, los independentistas aceptarían  luego condiciones que  -en otras circunstancias- pudieran considerarse como ruinosas, comprometiéndose a cambio de las tropas solicitadas, a una deuda de 30 millones de libras esterlinas, la libre navegación de los ríos internos, más la entrega de las islas del Mar Caribe a los Estados Unidos, así como de la parte oriental del río Mississippi.
También se resolvió en París la disolución de la Junta de Diputados, cuyos integrantes retornarían a América para fundar en todo el subcontinente sociedades secretas que propagaran las ideas independentistas, basadas en los principios que poco después habrían de corporizarse en la República francesa.  Es así que en 1800, una vez radicado en Londres, Miranda fundó la “Gran Reunión Americana”, que funcionaría hasta 1810 como sede central de una red de sociedades patrióticas  homónimas que se crearon en los pueblos y ciudades del virreinato español, no sólo en Buenos Aires, sino también en Mendoza, Tucumán, Montevideo,  Chile Caracas, Bogotá, Lima y México.
Entre los nombres de sus integrantes, encontraremos los de Pueyerredón, Bolívar, O'Higgins, San Martín, Zapiola, Balcarce, Alvear, Tomás Guido, Andrés Bello, Sucre, y otros muchos próceres que los manuales escolares recuerdan, pero sin mencionar siquiera su posible filiación masónica.
Y es que precisamente el debate se centra en el carácter masónico de estas sociedades patrióticas, que cierta historiografía  ha querido presentar como absolutamente despojada de cualquier vinculación con la Orden. No es casual que esa misma corriente, defensora de una tradición nacionalista de raigambre hispánica, de inspiración católica y profundamente conservadora en lo político, lo social y económico, vea a la Masonería -liberal, laica, igualitaria y universalista- como una corrosiva amenaza  para el statu quo que pretende presentar como lo realmente “criollo”, pero que en realidad enmascara la dominación feudal de las élites terratenientes sobre el pueblo llano, característica del orden colonial.
Es dable destacar, en este sentido, que los miembros de la “Gran Reunión Americana”, así como de sus filiales, se llamaron “Caballeros Racionales”, porque -según palabras del sacerdote Servando Mier-, “nada más racional que morir por su patria y sus paisanos”. Debe igualmente señalarse el propósito declarado ya en el acta fundacional de la “Gran Reunión Americana”, que consideraba la propagación de estas sociedades patrióticas como “un reclutamiento de hombres hábiles para la campaña libertadora de América”[8].
Es tan incontestable esta base documental que aún los adversarios de la Masonería han debido reconocer que, más allá del carácter estrictamente masónico que pudieran o no detentar estas sociedades patrióticas, hubo entre sus miembros verdaderos masones que operaron conforme a los planes trazados por la “Gran Reunión Americana”, en el marco de los principios de la Orden, con arreglo a su régimen simbólico y observancia de su ritualística[9].
Así, hasta un historiador conservador como Felipe Ibarguren debe reconocer que José de San Martín fue reclutado por una de las filiales de la “Gran Reunión Americana” en España, la “Sociedad de Lautaro”, conducida en Cádiz por José Gurruchaga[10].  Desde allí, el Héroe de los Andes emprendería su itinerario que lo llevaría a liberar el Alto Perú, en pos del objetivo que -según  el Plan Maitland- debía culminar con la liberación de la América meridional del yugo español.
Sin embargo, en el Río de la Plata, las cosas no eran tan claras como los propósitos de la Logia de Cádiz, envueltos los criollos en una agria disputa por el poder con la facción retardatoria prohispánica de la Revolución.
JACOBINOS Y JESUITICOS SE DISPUTAN LA REVOLUCION
El enfrentamiento entre el secretario del Primer Gobierno Patrio, Mariano Moreno, y el Jefe de Gobierno, Cornelio Saavedra, refleja la existencia de dos corrientes claramente contrapuestas dentro del movimiento revolucionario: por un lado, la jacobina, inspirada en los principios más radicales del pensamiento rusoniano, liberal y renovador, y por el otro, la jesuítica, retrógrada y tradicionalista, apegada a los valores y la religiosidad hispánicos y opuesta a cualquier cambio drástico en el orden social heredado de la colonia.
En esa confrontación, los hombres de la Masonería, como Juan José Castelli o Bernardo de Monteagudo, fueron ardorosos defensores de la tendencia morenista, desempeñando cargos de mando en la milicia revolucionaria o en la gestión de los territorios emancipados.
Sin embargo, los avatares de la lucha política fueron favorables al partido saavedrista, capitaneado por el Deán Gregorio Funes, quien hizo anatema del laicismo liberal de los morenistas, derrotados finalmente en la revuelta del 5 y 6  de abril de 1811. Con este revés, la Revolución entró en un cono de sombras, que permitió a los historiadores del nacionalismo católico, Levene o de Gandía, construir la idea de que entre la Revolución Francesa y los sucesos de Mayo de 1810 “no hay la más insignificante semejanza, el más mínimo contacto, la más ligera dependencia”. En el mismo sentido, García mellid ha sostenido que “ la revolución emancipadora no fue, como quisieran los liberales, un movimiento insurreccional contra las esencias católicas e hispánicas que configuran nuestra personalidad”.
Esta tergiversación de la finalidad de la gesta independentista, que evidencia el rechazo de los sectores conservadores de la sociedad al pensamiento racional, laico y republicano de los revolucionarios, patentiza el esfuerzo que deben realizar los intelectuales de la reacción, para desvirtuar la incontestable adhesión de los hombres de Mayo a los ideales seculares y progresistas de la Ilustración.
Aún después de la muerte nunca esclarecida de Moreno, sus partidarios conservaron la orientación radical, buscando la profundización de las transformaciones emprendidas en Mayo de 1810, ahora desde la Sociedad Patriótica, fundada en enero de 1812, donde el influjo de la Masonería se hizo sentir del mismo modo que antes, según los propósitos fijados por la “Gran Reunión Americana”.
En este escenario, tuvo lugar la aparición de la Logia Lautaro en la capital del antiguoVirreinato del Plata, último episodio que analizaremos en el presente trabajo.
LA LOGIA LAUTARO: MOTOR MASONICO DE LA INDEPENDENCIA
Es sabido que  José de San Martín fue iniciado masón en la Logia Integridad de Cádiz y de allí pasó a la Logia Caballeros Racionales Nº 3, donde recibió el Tercer Grado de la masonería simbólica, el de Maestro Masón, el 6 de mayo de 1808. Posteriormente funda con Alvear la Logia Caballeros Racionales Nº 7.
Ya en Buenos Aires funda en agosto de 1812 junto a Zapiola, Alvear y Anchorís, la Logia Lautaro, así denominada en réplica a su par de Cádiz, ambas en memoria del joven toqui mapuche, símbolo de la resistencia a la Conquista española, tuvo un programa de explícito apoyo a la revolución criolla de 1810: “Independencia y Constitución”.
Al respecto, Mitre nos informa que “no era masónica, ni se derivaba de la masonería, sino que tan sólo utilizaba algunas palabras, toques y señales, o sea ciertas prácticas rituales de corte masónico a los simples efectos materiales de orden interno, pero su objeto era más elevado”[11].
Asimismo, expresa Sarmiento que esta logia “no era una masonería como generalmente se ha creído ni menos las sociedades masónicas entrometidas en la política colonial”[12].
Y en efecto, no fueron  las lautarinas logias masónicas operativas en el sentido tradicional del término, sino que tenían objetivos revolucionarios, además de simbólicos; de ahí el error de muchos autores, incluso masónicos, a partir del cual se generaron fábulas impulsadas por los escritores católicos y antimasónicos en general..
Debemos a las investigaciones de Gallatin Mackey el conocimiento de la estructura íntima de la Logia Lautaro, la cual se compondría de dos cámaras: la Masonería Simbólica o Azul, que constaba de los tres primeros grados, y la Masonería Superior o Roja, compuesta de los grados 4° y 5°, Rosacruz y Kadosh, respectivamente, de acuerdo a la terminología masónica. Esta cámara o sección fue denominada por San Martín como Gran Logia de Buenos Aires, y fue la que actuó en política prescindiendo de la Logia Lautaro, la cual no intervenía para nada en las deliberaciones de aquélla. Por lo tanto, no se trataría de uno, sino que serían dos organismos autónomos, aun cuando guardaran entre sí una estrecha relación[13], que no viene sino a cimentar nuestra hipótesis
Finalmente, el masón José Stevenson Collante, del Gran Oriente de Colombia,  aporta a favor de nuestro argumente que en este proceso revolucionario, un buen número de los miembros de la Orden tenían la doble investidura de Masones de Logias Regulares Universales y de Masones de Logias Patrióticas Revolucionarias Americanas, con lo cual se probaría la clara incidencia de la Orden, a través de sus hombres, en el devenir del proceso independentista.


[1]    Lazcano, Martín. Las Sociedades Secretas, políticas y Masónicas, passim, El Ateneo, Bs. As. 1927
[2]    Canter, Juan, Las Sociedades secretas y literarias, Capítulo IX del tomo VI de la Historia de la Nación Argentina, Academia Nacional de la Historia, Buenos Aires, 1941.
[3]    Gutiérrez, Juan María, en Revista de Buenos Aires, Tomo X, pág 131.
[4]    Núñez, Ignacio, en Noticias históricas, Tomo I, pág. 36, Cultural Editores S.A. Bs.As. 1952.
[5]    Bauzá, Francisco, La dominación española en el Uruguay, Tomo II, pág. 484,  Biblioteca Aretigas, Montevideo , 1967
[6]    Palacio, Ernesto, Historia de la Argentina 1515-1976, pág 133, Abeledo Perrot, Bs. As., 1981
[7]    Rottjer, Aníbal, La Masonería en la Argentina y en el Mundo, pág. 254, Editorial Nuevo Orden, Bs. As. 1973
[8]    Lazcano, Martín, op,cit., Tomo I, pág 55
[9]    Rottjer, Aníbal, op.cit., pág.255
[10]  Ibarguren , Felipe, Así fue Mayo, pág 22, Editorial Theoria, Bs.As. 1952

[11]  Mitre, Bartolomé, Historia de San Martín y de la Emancipación Sudamericana, Tomo I, págs. 53, 54 y 198, Ediciones Jackson, Bs.As, 2º Edic. 1890
[12]  Lazcano, Martín, op.cit., Tomo I,  pág. 196.
[13]  Gallatin Mackey Albert , The History of Freemasonry: It's Legends and Traditions, Masonic History Company, 1906

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