I Jornada de Estudios sobre Masonería en Argentina y América Latina

Influencia de la Masonería en el Pensamiento Político de la Revolución de Mayo

22 de Mayo de 2010 / Sede de la Masonería Argentina. Pte. Perón 1242. CABA

Libro “Masonería en la Revolución de Mayo. Influencia en el pensamiento político”

Libro “Masonería en la Revolución de Mayo. Influencia en el pensamiento político”
La Gran Logia de la Argentina de Libres y Aceptados Masones y a la Universidad de Buenos Aires auspician esta primera edición de nuestro libro “Masonería en la Revolución de Mayo. Influencia en el pensamiento político”, constituyéndose en el primer libro impreso por la editorial de la Gran Logia de la Argentina “Ediciones Masónicas Argentina”. Una investigación del Centro de Estudios para la Gran Reunión Americana, del Equipo de investigación: Ricardo Romero, Roberto Sahakian, Verónica Baston, Antonio Las Heras, Nicolás Breglia, Andrea Marisa Romandetti Dasso, Jorge Cabezas, Sylvia Ruz Moreno, Germán Boure, María del Carmen Romano, Mario Luján Benítez Reyes y textos de Emilio Corbière.

Proyecto de Investigación: Influencia de la Masonería en la Revolución de Mayo

Director: Lic. Ricardo Romero

Nos proponemos en esta investigación analizar los componentes de las ideas masónicas a fin de relacionarlas en su influencia en la construcción del Estado Argentino. Haciendo una construcción analítica de fuentes históricas: documentos, escritos, proclamas y biografías, a fin de dilucidar cuáles fueron los componentes que marcan la influencia de la masonería en el Pensamiento Político de la Revolución de Mayo, sosteniendo que el esquema de Logia permitió un accionar similar a un partido de cuadros en el proceso revolucionario.

Análisis

La Logia Lautaro es la organización emblemática del análisis historiográfico. Debe su nombre a los relatos que contó Bernardo O´Higgins a Miranda sobre la oposición que realizó el toqui mapuche Lautaro a la dominación española de Chile en el siglo XVI. En sus principales objetivos estaba la de lograr la independencia de América, para establecer una confederación de repúblicas. Seguían la línea de los Caballeros Racionales, Logia creada en 1807 y que luego tomaría en Cadiz el nombre mismo de Lautaro.

Es interesante ver que la masonería llega de la mano de los liberales españoles y no de los ingleses, como critica la línea revisionista. De hecho, cuando llegan San Martín y Alvear a Buenos Aires en 1812, venían actuando logias previas, entre la más reconocida fueron las Independencia, una que levantó columnas en 1795 y otra del mismo nombre que trabajaron desde 1806 hasta confluir en la Lautaro. Si bien son logias de influencia masónica, las mismas eran operativas, con lo cual podían salirse del ritualismo y concentrarse en los objetivos específicos establecidos. Además, como comenta José Stevenson Collante, durante el proceso revolucionario, los miembros de la masonería tenían doble investidura, participaban en Logias Regulares Universales y de Logias Operativas de carácter patriótico para la revolución americana. Algunos de los principales miembros a destacar fueron: Francisco de Miranda, Andrés Bello y Simón Bolivar de Venezuela, José María Caro de México, Bernardo O´Higgins de Chiles, Juan Pablo Fretes de Paraguay; y en Argentina actuaron José de San Martín, Carlos de Alvear, Bernardo de Monteagudo, Gervasio Posadas y Tomás Guido, entre otros.

En lo académico, nos señala Emilio Corbiére (La Masonería) que si bien existen marcadas evidencias de los vínculos masónicos, por diversas razones, no se profundizan los análisis de sus implicancias. Existen trabajos que estudian el accionar de las Logias en la región, desde La Logia Lautaro por Emilio Gouchon, La masonería y la independencia de América por Nicolás Navarro, La Logia Lautaro y la independencia americana por Antonio Rodriguez Zuñiga, La Masonería a través de sus hombres por Alcides Lappas, o San Martín, la Logia Lautaro y la Francmasoneria por Fabián Onsari; o análisis específicos estudian la Revolución de Mayo, como uno reciente de Marcela Ternavasio, Gobernar la Revolución, que estudia los poderes en disputa en ese período, y en el cuál la pertenencia de los mismos a la masonería no es problematizada. Y si bien, existe la investigación Lucia Gálvez (Como dios manda? Iglesia, masonería y estado en la Argentina) quien estudia la participación de curas y masones en el proceso emancipatorio.

Lo cierto es, que la mayoría de éstos trabajos tienen un carácter esencialmente histórico y en todo caso, dejan en todo caso como un aspecto anecdótico el vinculo entre masonería y la emancipación, o la mirada se centra en un aspecto histórico del proceso. Se trata de dar una aproximación politológica al análisis para ver los componentes estructurales del pensamiento masónico derivados en el proyecto político de la revolución.



Lanzamiento de la Jornada

jueves, 11 de marzo de 2010

La participación de la masonería el 25 de Mayo de 1810

http://www.impulsobaires.com.ar/nota.php?id=49762

La participación de la masonería el 25 de Mayo de 1810

La Plata - Durante años, la participación de la masonería -organización discreta no secreta- en los sucesos de mayo de 1810, ha sido objeto de múltiples discusiones y no menos desencuentros. Sin embargo, se puede afirmar sin temor a equívoco, que a la Masonería Rioplatense de la época, no sólo le cupo una decidida acción en dichos acontecimientos, sino además, que su intervención resultó decisiva para el éxito del movimiento revolucionario. Sus lemas fueron la Libertad, la Igualdda y la Fraternidad.

Conmemorar la Revolución de Mayo de 1810, conlleva la necesidad de rescatar los tres aspectos etimológicos del vocablo: Hacer memoria, Honrar la memoria y Hablar de esa memoria.
Tradicionalmente, los homenajes a la fecha patria, reconocen sólo dos de estos aspectos: el honrar y el hablar -triada filofófica y básica-. En efecto si se repasan tanto los desarrollados a nivel educativo como luego los institucionales, observamos que, básicamente se dirigen a reivindicar la figura de los protagonistas, honrando así su memoria o a mencionar circunstancias, las más de las veces anecdóticas y pueriles sobre el acontecimiento, hablando de esta manera del acontecimiento, sin llegar casi nunca al tercer y más importante aspecto, es decir el Hacer o el Construir la memoria del hecho Revolucionario.
Se advertirá que, a esta última finalidad se aviene con particular eficacia no sólo la definición vulgar de la voz “triada”, sino la complementaria y enriquecida del neoplatonismo, que ve en la misma, a más del conjunto de tres cosas o personas, la unión del ser, la inteligencia y el alma de las cosas y los acontecimientos (4).
La utilización del ternario, sus diversas acepciones y derivaciones en el trabajo de esta noche, no han de verse únicamente como juego dialéctico, etimológico o simbólico, sino como un medio particularmente masónico de edificar la memoria de la Revolución de Mayo 1810, a partir de un conjunto de triadas, usualmente pasadas por alto, y de las cuales, la primera, está dada por la propia estructura del acta suscripta entonces que consta en el Cabildo, la que analiza sólo tres aspectos del hecho histórico, en el siguiente orden: antes que nada, sus antecedentes, en segundo lugar la Revolución en sí, y finalmente, la participación en dicho movimiento.

Algunos de sus Antecedentes.
Razón le asiste a Felipe Pigna cuando afirma que “los hechos de Mayo son absolutamente inexplicables sin la comprensión necesaria de la situación europea”(5).
Una triada de nombres, usualmente no mencionados, pueden constituir un primer modo de acercamiento a la comprensión de aquella situación. Nos referimos a JAMES WATT, MANUEL GODOY y a Doña CARLOTA JOAQUINA.
El primero, nacido en Birmingham, Inglaterra, el 19 de enero de 1.736, aprendió de su padre el uso de las herramientas y útiles náuticos. A la vez, su pasión por las matemáticas lo trasladó a Londres, lugar donde a más de la docencia, pudo dedicarse al estudio de los usos y aprovechamiento del vapor, logrando desarrollar la “máquina de vapor” que le daría celebridad. La genial invención habría de difundirse inmediatamente en Gran Bretaña, pasando luego a Francia y al resto del continente europeo. Este hecho tecnológico significó el nacimiento de la industrialización a gran escala, de la producción en masa, a la vez que cimentó el afianzamiento del capitalismo; circunstancias todas que confluyeron a gestar el fenómeno universalmente conocido como “revolución industrial”, operándose a partir de la misma los más profundos cambios no sólo en lo económico, sino también en lo político y en lo social.
En lo que hace al tema que nos ocupa, creemos que lejos habría de estar nuestro James Watt de tal siquiera imaginar que este movimiento, derivado de su inventiva y amor a la mecánica, devendría en lo inmediato en el conflicto entre Inglaterra y Francia por el control de los mercados y tendiente a plasmar la preeminencia económica de alguna de las dos potencias. La necesidad de ubicar los productos, ahora fabricados masivamente, y la de asegurar las materias primas necesarias para su elaboración, involucran en la disputa a la América Hispana, tanto como potencial adquirente de los primeros, como proveedora de las segundas.
El segundo, Don Manuel Godoy, natural de Badajoz, nacido el 12 de mayo de 1.767 supo desde joven granjearse la simpatía de la Corte Española, al extremo de que a los 22 años se erige en el favorito del Rey Carlos IV y amante de su esposa, la reina María Luisa. Desde tan privilegiada posición, puede decirse que desde 1.789 maneja los destinos de España para contento de sus amigos y desgracia de sus enemigos. Entre aquellos deben contarse a los partidarios de las luces y de la educación y entre los últimos a los ultramontanos, sostenedores del poder eclesiástico. A la vez que puso freno a la inquisición, permitió el regreso a España de los judíos, propulsó la educación creando Colegios y Universidades entre las que destacan el real Colegio de Medicina, el Cuerpo de Ingenieros y la Escuela de Veterinaria. Sin embargo, la posteridad ha de recordarlo como el responsable directo de la caída del reino español en manos de Napoleón, luego de las vergonzosas abdicaciones de Bayona que culminaron con el alejamiento de Carlos IV y posteriormente de su hijo Fernando VII.
Tampoco creemos que por la mente del “favorito” Godoy, pasara que tras la pérdida de España, de alguna manera por él permitida, se facilitaría en gran medida la tarea emancipadora americana, al darle a los patriotas su más sólido argumento ideológico-jurídico, basal de la civilización occidental: La desaparición de la metrópoli revertía la soberanía en el pueblo, el que a partir de ese momento, tenía el derecho de darse un nuevo gobierno.
La tercera, Doña Carlota Joaquina, hija de Carlos IV, hermana de Fernando VII, nacida en 1.755 y casada con Juan VI de Portugal, en la idea, concebida por Floridablanca, de afianzar la unión entre España y Portugal, supo distinguirse como mujer enérgica, interesada en los asuntos públicos y de grandes ambiciones. La invasión napoleónica a Portugal en 1.807 hizo que la Corte Portuguesa se trasladase a Brasil, instalándose en Río de Janeiro e intentando extender sus dominios al Virreinato del Río de la Plata. Su condición de única miembro de la familia real española en libertad, alimentaron sus ansias en tal dirección, no habiendo sido pocos sus partidarios entre los patriotas de mayo.(6)
No pensamos que la Infanta haya presupuesto, que la prodigalidad de sus ambiciones, señalase a los Americanistas del Plata la necesidad de acortar los plazos y acelerar las decisiones, en vistas de una situación europea que, a 1.810 se presentaba como inmejorable a sus designios independentistas.
El análisis de los antecedentes, obliga a considerar también la influencia que sobre los acontecimientos de Mayo de 1.810 debe atribuirse al “absolutismo español”. El estudio del mismo nos permite arriesgar una nueva “triada”, ya que como bien señala Juan González Calderón, el absolutismo de España se manifestaba en lo político, lo económico y lo religioso. (7)
El absolutismo político, instrumentado por el nombramiento de las autoridades ejecutivas y administrativas por el rey; la legislación de Indias dictada en la Metrópoli, con expresa prohibición de representación popular alguna que significase la participación de los naturales, tendía a la formación de dóciles vasallos en vez de ciudadanos libres. Esto, sumado al desprecio de que eran objeto los americanos por parte de los españoles europeos, fue produciendo una diferenciación en dos clase sociales que tendrían la oportunidad de enfrentarse en el movimiento de mayo.
El absolutismo económico, caracterizado por restricciones injustificadas al comercio y un sistema fiscal opresivo, imponía a las colonias el peso de una metrópoli que se reservaba para sí altos lucros en la intermediación con la nueva Europa industrial, negando a sus dominios americanos la posibilidad de un contacto directo con ella, con la consiguiente doble ventaja que este hecho hubiese implicado, primero en cuanto al pago de menores precios de importación, y segundo por la mayor ganancia derivada de la exportación de los productos locales.
El tercer elemento de esta triada, el absolutismo religioso, implantado a través de la legislación indiana, que hería al americano en lo más profundo de su ser, violentando arbitrariamente su libertad de conciencia. Basta recordar la Ley 28, lib. 1º, tít. 1 que establecía la confiscación de la mitad de los bienes a todo aquel que muriese sin “confesar devotamente sus pecados y recibir el santísimo sacramento de la Eucaristía, según lo dispone nuestra Santa Madre Iglesia”. En sentido similar, la Ley 15, lib. 1º, tít. 24, disponía “que no se concedan licencias para imprimir libros en sus distritos y jurisdicciones, de cualquier materia o calidad que sean, sin proceder la censura, conforme está dispuesto y se acostumbra”.

La Revolución
A modo de introito, vaya una triada de citas:
“En el mes de mayo, me mandaron llamar mis amigos de Buenos Aires, diciéndome que era llegado el caso de trabajar por la patria para adquirir la libertad e independencia deseada, volé a presentarme y hacer cuanto estuviese a mis alcances”. Manuel Belgrano.(8)
“La Revolución de Mayo de 1810, es el acontecimiento más importante ocurrido en estas tierras en el siglo XIX . . . marcó el comienzo de trascendentes transformaciones políticas, sociales, culturales e ideológicas en la sociedad rioplatense”. Félix Luna. (9)
“Los sucesos de Mayo merecen ser estudiados en sus menores detalles. Anuncian la alborada espléndida de una nación de inmenso porvenir”. Alberto Palcos.(10)
Remarcada por los citados la importancia del tema, antes de su desarrollo, concédaseme una licencia a fin de poder remontarme brevemente a la etimología de la voz “mayo”. Es posible que estas breves separatas del tema principal aparezcan como ociosas, pero al rescatar la importancia de esta ciencia como “historia de las palabras”, de hecho que la misma puede ayudarnos a desentrañar los primeros conceptos de los vocablos. En tal sentido, recordemos que el mes de mayo es el tercero del calendario masónico y quinto del gregoriano. De sus orígenes latinos rescatamos la voz “maius” de significación mes de “maia”, Diosa de la primavera entre los antiguos romanos, lo que aseguraba a su mes la prodigalidad en dones. De allí, la tal vez inconsciente coincidencia con la precedente cita de Palcos en cuanto a la palabra “alborada”, utilizada por éste a modo de nacimiento o génesis de la nueva Nación.
Disgresiones aparte, cabe ahora adentrarnos en el tema de fondo: “La Revolución”.
En aras del orden propuesto en el epígrafe, se propone a los lectores una primera triada para la consideración del hecho revolucionario. Partiendo de la llegada al Puerto de Montevideo de la fragata inglesa “John Paris” el día 13 de mayo, con la noticia de la caída de Sevilla en manos de Napoleón, se precipitan los acontecimientos en Buenos Aires, en una sucesión cronológica de tres fechas de cuyo análisis no podemos prescindir: el Cabildo Abierto del día 22, la Contrarrevolución y el Cabildo del 25.
La primera, la del cabildo del 22. Antes y más allá de su trascendencia en orden al resultado de su decisorio, debe rescatarse por su valor como expresión primigenia de la soberanía popular en esta parte de la América. De los 450 invitados, concurrieron 251, de los cuales 94 eran comerciantes, vecinos y hacendados, 93 empleados y funcionarios, 60 jefes y oficiales de mar y tierra, 27 profesionales liberales y 25 clérigos y frailes. La cuestión medular a determinar era responder al interrogante de saber “si se ha de subrogar otra autoridad a la superior” que ejercía el virrey en nombre de Fernando VII, y en caso afirmativo, ¿en quién debía recaer la designación?. No viene a cuento reseñar las largas discusiones sobre el particular, sino enfocar la atención sobre los aspectos más relevantes del debate, rescatando al efecto una triada de oradores, que resumen las distintas posiciones. Al primero que nos referimos es al Obispo Benito de Lué y Riega, quien enfáticamente negó el derecho de los americanos para hacer innovaciones en el gobierno, rescatando el hecho de que las Indias eran propiedad de España y de sus hijos quienes eran los únicos con derecho a gobernarlas. La soberanía del gobierno residía en España y era privativa de españoles. Correspondió a los masones Castelli y Paso rebatir dichas argumentaciones y sentar con singular acierto la doctrina de la autodeterminación soberana de los pueblos. Castelli, formado en Chuquisaca, ilustrado tanto en las doctrinas de la soberanía popular de Domingo de Soto, Francisco Suarez y Francisco de Vitoria, conocía por otro lado las más modernas concepciones contractualistas de Rousseau, Hobbes y Locke. Sostuvo en la oportunidad que habiendo caducado la España, con ella también lo han hecho sus autoridades, correspondiendo en consecuencia al pueblo reasumir la soberanía y designar las autoridades que estime convenientes a sus intereses. Como bien señala González Calderón (11), correspondió a Paso completar la exposición fundando la legitimación de Buenos Aires para actuar en nombre de todo el Virreinato, cuando sobre el particular señaló que “así como los hermanos o los amigos podían tomar legítimamente el negocio ajeno para beneficiar al ausente . . ., así una capital o un pueblo enterado del peligro común, tenía la facultad y el derecho de tomar la gestión del asunto, sin perjuicio de someterse después a la aprobación de sus condóminos o consocios . . .”. Las exposiciones reseñadas, fundantes de una nueva concepción referida al ejercicio de los derechos políticos, fue aprobada con amplitud, estableciéndose que el virrey debía cesar en el mando.
El segundo aspecto de la triada se vincula con la contrarrevolución orquestada desde el Cabildo, el que desconoció el pronunciamiento del pueblo a instancias de elementos realistas y reaccionarios, estableciendo en contra de lo expresamente decidido, una Junta de Gobierno encabezada por el Virrey antes depuesto.
Si bien los sucesos del 25 son ampliamente conocidos, no podemos dejar de remarcar que sólo la decidida acción del grupo patriota impidió la concreción de la maniobra contrarrevolucionaria, instaurando lo que la posteridad ha conocido como el “primer gobierno patrio”, objeto de esta conmemoración.
No podemos cerrar el capítulo revolucionario, sin mencionar una triada de sus efectos, que como principios básicos informan la Constitución de la Nación y constituyen los pilares sobre los que descansa nuestro sistema republicano: la soberanía popular, el sistema federal y el principio representativo.

La Participación Masónica.
Durante años, la participación de la masonería en los sucesos de mayo de 1810, ha sido objeto de múltiples discusiones y no menos desencuentros. Sin embargo, se puede afirmar sin temor a equívoco, que a la Masonería Rioplatense de la época, no sólo le cupo una decidida acción en dichos acontecimientos, sino además, que su intervención resultó decisiva para el éxito del movimiento revolucionario.
La aparición de nuevas obras sobre el tema, la reconsideración de antiguas fuentes documentales y la tarea de jóvenes investigadores deseosos de profundizar esta cuestión, han contribuido grandemente a echar luz sobre el particular. Así por ejemplo, un muy documentado trabajo de Enrique de Gandía, el examen minucioso de la autobiografías de Saavedra, Belgrano y Guido y los más recientes estudios de Patricia Pasqualli, permiten arribar a la ya esbozada conclusión de que: la actuación de las logias y de los masones del Río de la Plata fueron determinantes en los acontecimientos de Mayo de 1.810.
Para el estudio del tema, podríamos arriesgar una última triada, siguiendo el orden siguiente: -El Estado de la Masonería en el Río de la Plata a principios del siglo XIX-; -La Actuación de los Patriotas Masones- y -la Identidad entre el Ideario Revolucionario y el Masónico-.
En la “Independencia de América y las Sociedades Secretas”, Enrique de Gandía (12) realiza un pormenorizado análisis sobre el primer aspecto. Sostiene que para 1810, la masonería había adquirido importante desarrollo en Buenos Aires. Entre los testimonios citados, figura el del General Enrique Martínez, el que en carta a Andrés Lamas declara que “desde época remota existía la sociedad masónica y Peña y Vieytes pertenecían a ella”. La época a la que refiere es la del Virrey Sobremonte, cuando la logia fue descubierta a raíz de una fuerte tormenta que arrastró mandiles y demás ornamentos. Agrega el General que la Jabonería de Vieytes era el lugar donde se reunía la logia “Amigos de la Libertad”.
Tales circunstancias hacen que Gandía arriesgue que ya para 1.795 existían trabajos masónicos en la capital del virreinato. Menciona a la muy conocida Logia San Juan de Jerusalén fundada en 1.804 por Juan de Silva Cordeiro, y cita a Ignacio Núñez, que en sus recuerdos afirma que las Invasiones Inglesas contribuyeron grandemente al fortalecimiento de la labor masónica.
Por su parte, Francisco Grilló, en sus “Episodios Patrios”, revela una comunicación de la Gran Logia de Versalles de 1795, dirigida a la Logia Independencia de Buenos Aires. Sobre esta misma Logia, el Coronel inglés Santiago Burke, narra que cuando se iba de la ciudad en 1809, fueron a despedirlo “un número de las principales personas del lugar, mis viejos amigos de Independencia”.
El General Miller, de hecho poco afecto a la masonería, escribe en sus “Memorias”: “un club, llamado la logia, se ha introducido con el objeto ostensible de promover la emancipación de la América Española . . .”(14).
Los testimonios citados, revelan que a la fecha del movimiento emancipador, la masonería era importante en Buenos Aires y se expresaba a través de varias logias, entre las cuales, las más conocidas históricamente han sido la San Juan de Jerusalén, la Independencia o Amigos de la Libertad y la Sociedad de los Siete, todas anteriores a la Lautaro..
La importancia del estudio de la segunda cuestión, referida al accionar de los patriotas masones, queda de manifiesto por el protagonismo que los mismos tuvieron durante los sucesos revolucionarios y en la conformación de la Primera Junta de Gobierno.
Los autores citados, a los que podemos sumar el Dean Funes, Zinni y Alcibíades Lappas, coinciden en cuanto a la pertenencia masónica de: Saavedra, Belgrano, Moreno, Matías Irigoyen, Donado, Chiclana, Paso, Castelli, Nicolás Rodríguez Peña, Berutti, Guido y Vieytes, entre otros muchos (15). Muchos atentos lectores podrán advertir que los masones enunciados fueron los principales protagonistas del cabildo del 22, se los sucesos posteriores y del gobierno emanado del movimiento revolucionario.
Más que ilustrativo respecto al rol de la Orden y de los masones resulta el testimonio del General Tomás Guido, quien en sus Memorias revela tales circunstancias de modo insuperable, atendiendo a su condición de protagonista. Dice el ilustre militar y masón respecto a la tarea de los masones al tomar éstos conocimiento de la pretendida contrarrevolución: “En la tarde del mismo día fue publicado por bando el acuerdo clasificado de popular, proclamando una junta compuesta del Virrey Cisneros como presidente y de los señores Saavedra, Castelli, Sola e Inchaurregui. El pueblo pareció satisfecho de esta elección y los españoles se felicitaron de haber salvado del peligro de un trastorno fundamental viendo triunfante la autoridad del Virrey. Muy diferente sensación produjo tal inesperado desenlace en el club reunido a las ocho de la noche en la casa del señor Peña… Era pues necesario deshacer lo hecho, convocar nuevamente al pueblo y obtener del cabildo se prestase a reconsiderar ante otra reunión popular la sanción de la víspera… Se aproximaba el alba sin que aún se hubiese convenido sobre los elegibles. Hubo un momento en que se desesperó de encontrarlos. Gran zozobra y desconsuelo para los congregados en ese gran complot de donde nació la libertad de la República. La situación cada vez presentaba un aspecto más siniestro. En estas circunstancias el señor Don Manuel Belgrano, mayor del Regimiento de Patricios, que vestido de uniforme escuchaba la discusión en la sala contigua, reclinado en un sofá, casi postrado por largas vigilias, observando la indecisión de sus amigos, púsose de pie y súbitamente y a paso acelerado y con el rostro encendido de su sangre generosa, entró en la sala del club (el comedor de la sala del señor Peña), y lanzando una mirada altiva en rededor de sí y poniendo la mano derecha sobre la cruz de su espada: ¡ Juro dijo, a la Patria, y a mis compañeros, que si a las tres de la tarde el Virrey no hubiese sido derrocado, a fe de caballero yo lo derrocaré con mis armas¡… Luego todos volvieron a ocuparse de los candidatos y cuando parecía agotada la esperanza, don Antonio Berutti pidió se le pasase papel y tintero y como inspirado de lo alto, trazó sin trepidar los nombres de los que compusieron la Primera Junta.”(16).
El tercer aspecto de esta última triada, refiere a la identidad entre el ideario de Mayo y el masónico.
Si reflexionamos un minuto sobre el simbólico y bello aserto del Libro de la Ley Sagrada - la Biblia-: “. . .por sus frutos los conoceréis”, no ha de resultar una temeridad afirmar que lo que el movimiento revolucionario de mayo produjo y plasmó en la sociedad civil, no fue más que la manifestación externa del ideario humanístico de la masonería, sintetizado en su lema de LIBERTAD, IGUALDAD y FRATERNIDAD.
El denominado “Espíritu de Mayo”, como ya se dijera, base y programa del ordenamiento constitucional argentino, reconoce como su más importante fuente a las enseñanzas de la masonería vinculadas con la soberanía popular, la autodeterminación de los pueblos, la igualdad jurídica, la división de poderes, la representación, las libertades de pensamiento, expresión y conciencia, tan largamente trabajadas y estudiadas en la serenidad de los templos y bellamente labradas en el corazón de cada masón.
Para los masones, el “Espíritu de Mayo”, encarnación político-institucional del “Espíritu Masónico”, debe ser motivo de permanente recordación entre nosotros; de la misma forma en que la conducta de quienes precedieron ha de ser motivo de emulación; pero como la obra comenzada en mayo de .810 lejos está aún de ser terminada, es obligación de la ciudadanía argentina, preparada para ser del mundo y abierta a los desafíos de sus tiempos, continuar con esos trabajos.

CITAS:
(1) Gómez de Silva, Guido, Breve Diccionario Etimológico de la Lengua Española, Fondo de Cultura Económica, Méjico, p. 691.
(2) Diccionario Universal Enciclopédico, Plaza y Janes editores, Barcelona, 1995.
(3) Bazot, M. , Manual de la Francmasonería, Angeres, 1845, Tomo II.
(4) Frau Aubrines y Rosendo Arúst Arderiú, Diccionario Enciclopédico de la Masonería, Editorial Kier, Buenos Aires, 1962, T 2, p. 862.
(5) Pigna, Felipe, Los Mitos de la Historia Argentina, Grupo Editor Norma, Buenos Aires, 2004, p. 218.
(6) Idem., p 220.
(7) González Calderón, Juan, Derecho Constitucional Argentino, J. Lajouane Editores, Buenos Aires, 1930, T 1, p. 3.
(8) Belgrano, Manuel, Autobiografía, en Los Sucesos de Mayo, Ed. Jackson, Buenos Aires, 1945, p. 117.
(9) Luna, Félix, Historia Integral de la Argentina, Ed. Planeta, T 5, p. 380.
(10) Palcos, Alberto, Prólogo a los Sucesos de Mayo, op.cit., p. XVIII.
(11) González Calderón, Juan, op.cit., p.17.
(12) De Gandía, Enrique, La Independencia de América y Las Sociedades Secretas, Ed. Sudamérica - Santa Fe, 1994, p. 118 y ss.
(13) Idem., p. 125.
(14) Miller, John, Memorias del General Miller, Ed. Emecé, 1997, p. 259.
(15) Lappas, Alcibíades, La Masonería Argentina a Través de sus Hombres, Buenos Aires, 1966.
(16) Guido, Tomás, Reseña Histórica de los Sucesos de Mayo, en Los Sucesos de Mayo, op.cit., p. 185 y ss.

Conmemorar la Revolución de Mayo de 1810, conlleva la necesidad de rescatar los tres aspectos etimológicos del vocablo: Hacer memoria, Honrar la memoria y Hablar de esa memoria.
Tradicionalmente, los homenajes a la fecha patria, reconocen sólo dos de estos aspectos: el honrar y el hablar -triada filofófica y básica-. En efecto si se repasan tanto los desarrollados a nivel educativo como luego los institucionales, observamos que, básicamente se dirigen a reivindicar la figura de los protagonistas, honrando así su memoria o a mencionar circunstancias, las más de las veces anecdóticas y pueriles sobre el acontecimiento, hablando de esta manera del acontecimiento, sin llegar casi nunca al tercer y más importante aspecto, es decir el Hacer o el Construir la memoria del hecho Revolucionario.
Se advertirá que, a esta última finalidad se aviene con particular eficacia no sólo la definición vulgar de la voz “triada”, sino la complementaria y enriquecida del neoplatonismo, que ve en la misma, a más del conjunto de tres cosas o personas, la unión del ser, la inteligencia y el alma de las cosas y los acontecimientos (4).
La utilización del ternario, sus diversas acepciones y derivaciones en el trabajo de esta noche, no han de verse únicamente como juego dialéctico, etimológico o simbólico, sino como un medio particularmente masónico de edificar la memoria de la Revolución de Mayo 1810, a partir de un conjunto de triadas, usualmente pasadas por alto, y de las cuales, la primera, está dada por la propia estructura del acta suscripta entonces que consta en el Cabildo, la que analiza sólo tres aspectos del hecho histórico, en el siguiente orden: antes que nada, sus antecedentes, en segundo lugar la Revolución en sí, y finalmente, la participación en dicho movimiento.

Algunos de sus Antecedentes.
Razón le asiste a Felipe Pigna cuando afirma que “los hechos de Mayo son absolutamente inexplicables sin la comprensión necesaria de la situación europea”(5).
Una triada de nombres, usualmente no mencionados, pueden constituir un primer modo de acercamiento a la comprensión de aquella situación. Nos referimos a JAMES WATT, MANUEL GODOY y a Doña CARLOTA JOAQUINA.
El primero, nacido en Birmingham, Inglaterra, el 19 de enero de 1.736, aprendió de su padre el uso de las herramientas y útiles náuticos. A la vez, su pasión por las matemáticas lo trasladó a Londres, lugar donde a más de la docencia, pudo dedicarse al estudio de los usos y aprovechamiento del vapor, logrando desarrollar la “máquina de vapor” que le daría celebridad. La genial invención habría de difundirse inmediatamente en Gran Bretaña, pasando luego a Francia y al resto del continente europeo. Este hecho tecnológico significó el nacimiento de la industrialización a gran escala, de la producción en masa, a la vez que cimentó el afianzamiento del capitalismo; circunstancias todas que confluyeron a gestar el fenómeno universalmente conocido como “revolución industrial”, operándose a partir de la misma los más profundos cambios no sólo en lo económico, sino también en lo político y en lo social.
En lo que hace al tema que nos ocupa, creemos que lejos habría de estar nuestro James Watt de tal siquiera imaginar que este movimiento, derivado de su inventiva y amor a la mecánica, devendría en lo inmediato en el conflicto entre Inglaterra y Francia por el control de los mercados y tendiente a plasmar la preeminencia económica de alguna de las dos potencias. La necesidad de ubicar los productos, ahora fabricados masivamente, y la de asegurar las materias primas necesarias para su elaboración, involucran en la disputa a la América Hispana, tanto como potencial adquirente de los primeros, como proveedora de las segundas.
El segundo, Don Manuel Godoy, natural de Badajoz, nacido el 12 de mayo de 1.767 supo desde joven granjearse la simpatía de la Corte Española, al extremo de que a los 22 años se erige en el favorito del Rey Carlos IV y amante de su esposa, la reina María Luisa. Desde tan privilegiada posición, puede decirse que desde 1.789 maneja los destinos de España para contento de sus amigos y desgracia de sus enemigos. Entre aquellos deben contarse a los partidarios de las luces y de la educación y entre los últimos a los ultramontanos, sostenedores del poder eclesiástico. A la vez que puso freno a la inquisición, permitió el regreso a España de los judíos, propulsó la educación creando Colegios y Universidades entre las que destacan el real Colegio de Medicina, el Cuerpo de Ingenieros y la Escuela de Veterinaria. Sin embargo, la posteridad ha de recordarlo como el responsable directo de la caída del reino español en manos de Napoleón, luego de las vergonzosas abdicaciones de Bayona que culminaron con el alejamiento de Carlos IV y posteriormente de su hijo Fernando VII.
Tampoco creemos que por la mente del “favorito” Godoy, pasara que tras la pérdida de España, de alguna manera por él permitida, se facilitaría en gran medida la tarea emancipadora americana, al darle a los patriotas su más sólido argumento ideológico-jurídico, basal de la civilización occidental: La desaparición de la metrópoli revertía la soberanía en el pueblo, el que a partir de ese momento, tenía el derecho de darse un nuevo gobierno.
La tercera, Doña Carlota Joaquina, hija de Carlos IV, hermana de Fernando VII, nacida en 1.755 y casada con Juan VI de Portugal, en la idea, concebida por Floridablanca, de afianzar la unión entre España y Portugal, supo distinguirse como mujer enérgica, interesada en los asuntos públicos y de grandes ambiciones. La invasión napoleónica a Portugal en 1.807 hizo que la Corte Portuguesa se trasladase a Brasil, instalándose en Río de Janeiro e intentando extender sus dominios al Virreinato del Río de la Plata. Su condición de única miembro de la familia real española en libertad, alimentaron sus ansias en tal dirección, no habiendo sido pocos sus partidarios entre los patriotas de mayo.(6)
No pensamos que la Infanta haya presupuesto, que la prodigalidad de sus ambiciones, señalase a los Americanistas del Plata la necesidad de acortar los plazos y acelerar las decisiones, en vistas de una situación europea que, a 1.810 se presentaba como inmejorable a sus designios independentistas.
El análisis de los antecedentes, obliga a considerar también la influencia que sobre los acontecimientos de Mayo de 1.810 debe atribuirse al “absolutismo español”. El estudio del mismo nos permite arriesgar una nueva “triada”, ya que como bien señala Juan González Calderón, el absolutismo de España se manifestaba en lo político, lo económico y lo religioso. (7)
El absolutismo político, instrumentado por el nombramiento de las autoridades ejecutivas y administrativas por el rey; la legislación de Indias dictada en la Metrópoli, con expresa prohibición de representación popular alguna que significase la participación de los naturales, tendía a la formación de dóciles vasallos en vez de ciudadanos libres. Esto, sumado al desprecio de que eran objeto los americanos por parte de los españoles europeos, fue produciendo una diferenciación en dos clase sociales que tendrían la oportunidad de enfrentarse en el movimiento de mayo.
El absolutismo económico, caracterizado por restricciones injustificadas al comercio y un sistema fiscal opresivo, imponía a las colonias el peso de una metrópoli que se reservaba para sí altos lucros en la intermediación con la nueva Europa industrial, negando a sus dominios americanos la posibilidad de un contacto directo con ella, con la consiguiente doble ventaja que este hecho hubiese implicado, primero en cuanto al pago de menores precios de importación, y segundo por la mayor ganancia derivada de la exportación de los productos locales.
El tercer elemento de esta triada, el absolutismo religioso, implantado a través de la legislación indiana, que hería al americano en lo más profundo de su ser, violentando arbitrariamente su libertad de conciencia. Basta recordar la Ley 28, lib. 1º, tít. 1 que establecía la confiscación de la mitad de los bienes a todo aquel que muriese sin “confesar devotamente sus pecados y recibir el santísimo sacramento de la Eucaristía, según lo dispone nuestra Santa Madre Iglesia”. En sentido similar, la Ley 15, lib. 1º, tít. 24, disponía “que no se concedan licencias para imprimir libros en sus distritos y jurisdicciones, de cualquier materia o calidad que sean, sin proceder la censura, conforme está dispuesto y se acostumbra”.

La Revolución Iluminista
A modo de introito, vaya una triada de citas:
“En el mes de mayo, me mandaron llamar mis amigos de Buenos Aires, diciéndome que era llegado el caso de trabajar por la patria para adquirir la libertad e independencia deseada, volé a presentarme y hacer cuanto estuviese a mis alcances”. Manuel Belgrano.(8)
“La Revolución de Mayo de 1810, es el acontecimiento más importante ocurrido en estas tierras en el siglo XIX . . . marcó el comienzo de trascendentes transformaciones políticas, sociales, culturales e ideológicas en la sociedad rioplatense”. Félix Luna. (9)
“Los sucesos de Mayo merecen ser estudiados en sus menores detalles. Anuncian la alborada espléndida de una nación de inmenso porvenir”. Alberto Palcos.(10)
Remarcada por los citados la importancia del tema, antes de su desarrollo, concédaseme una licencia a fin de poder remontarme brevemente a la etimología de la voz “mayo”. Es posible que estas breves separatas del tema principal aparezcan como ociosas, pero al rescatar la importancia de esta ciencia como “historia de las palabras”, de hecho que la misma puede ayudarnos a desentrañar los primeros conceptos de los vocablos. En tal sentido, recordemos que el mes de mayo es el tercero del calendario masónico y quinto del gregoriano. De sus orígenes latinos rescatamos la voz “maius” de significación mes de “maia”, Diosa de la primavera entre los antiguos romanos, lo que aseguraba a su mes la prodigalidad en dones. De allí, la tal vez inconsciente coincidencia con la precedente cita de Palcos en cuanto a la palabra “alborada”, utilizada por éste a modo de nacimiento o génesis de la nueva Nación.
Disgresiones aparte, cabe ahora adentrarnos en el tema de fondo: “La Revolución”.
En aras del orden propuesto en el epígrafe, se propone a los lectores una primera triada para la consideración del hecho revolucionario. Partiendo de la llegada al Puerto de Montevideo de la fragata inglesa “John Paris” el día 13 de mayo, con la noticia de la caída de Sevilla en manos de Napoleón, se precipitan los acontecimientos en Buenos Aires, en una sucesión cronológica de tres fechas de cuyo análisis no podemos prescindir: el Cabildo Abierto del día 22, la Contrarrevolución y el Cabildo del 25.
La primera, la del cabildo del 22. Antes y más allá de su trascendencia en orden al resultado de su decisorio, debe rescatarse por su valor como expresión primigenia de la soberanía popular en esta parte de la América. De los 450 invitados, concurrieron 251, de los cuales 94 eran comerciantes, vecinos y hacendados, 93 empleados y funcionarios, 60 jefes y oficiales de mar y tierra, 27 profesionales liberales y 25 clérigos y frailes. La cuestión medular a determinar era responder al interrogante de saber “si se ha de subrogar otra autoridad a la superior” que ejercía el virrey en nombre de Fernando VII, y en caso afirmativo, ¿en quién debía recaer la designación?. No viene a cuento reseñar las largas discusiones sobre el particular, sino enfocar la atención sobre los aspectos más relevantes del debate, rescatando al efecto una triada de oradores, que resumen las distintas posiciones. Al primero que nos referimos es al Obispo Benito de Lué y Riega, quien enfáticamente negó el derecho de los americanos para hacer innovaciones en el gobierno, rescatando el hecho de que las Indias eran propiedad de España y de sus hijos quienes eran los únicos con derecho a gobernarlas. La soberanía del gobierno residía en España y era privativa de españoles. Correspondió a los masones Castelli y Paso rebatir dichas argumentaciones y sentar con singular acierto la doctrina de la autodeterminación soberana de los pueblos. Castelli, formado en Chuquisaca, ilustrado tanto en las doctrinas de la soberanía popular de Domingo de Soto, Francisco Suarez y Francisco de Vitoria, conocía por otro lado las más modernas concepciones contractualistas de Rousseau, Hobbes y Locke. Sostuvo en la oportunidad que habiendo caducado la España, con ella también lo han hecho sus autoridades, correspondiendo en consecuencia al pueblo reasumir la soberanía y designar las autoridades que estime convenientes a sus intereses. Como bien señala González Calderón (11), correspondió a Paso completar la exposición fundando la legitimación de Buenos Aires para actuar en nombre de todo el Virreinato, cuando sobre el particular señaló que “así como los hermanos o los amigos podían tomar legítimamente el negocio ajeno para beneficiar al ausente . . ., así una capital o un pueblo enterado del peligro común, tenía la facultad y el derecho de tomar la gestión del asunto, sin perjuicio de someterse después a la aprobación de sus condóminos o consocios . . .”. Las exposiciones reseñadas, fundantes de una nueva concepción referida al ejercicio de los derechos políticos, fue aprobada con amplitud, estableciéndose que el virrey debía cesar en el mando.
El segundo aspecto de la triada se vincula con la contrarrevolución orquestada desde el Cabildo, el que desconoció el pronunciamiento del pueblo a instancias de elementos realistas y reaccionarios, estableciendo en contra de lo expresamente decidido, una Junta de Gobierno encabezada por el Virrey antes depuesto.
Si bien los sucesos del 25 son ampliamente conocidos, no podemos dejar de remarcar que sólo la decidida acción del grupo patriota impidió la concreción de la maniobra contrarrevolucionaria, instaurando lo que la posteridad ha conocido como el “primer gobierno patrio”, objeto de esta conmemoración.
No podemos cerrar el capítulo revolucionario, sin mencionar una triada de sus efectos, que como principios básicos informan la Constitución de la Nación y constituyen los pilares sobre los que descansa nuestro sistema republicano: la soberanía popular, el sistema federal y el principio representativo.

La Participación Masónica
Durante años, la participación de la masonería en los sucesos de mayo de 1810, ha sido objeto de múltiples discusiones y no menos desencuentros. Sin embargo, se puede afirmar sin temor a equívoco, que a la Masonería Rioplatense de la época, no sólo le cupo una decidida acción en dichos acontecimientos, sino además, que su intervención resultó decisiva para el éxito del movimiento revolucionario.
La aparición de nuevas obras sobre el tema, la reconsideración de antiguas fuentes documentales y la tarea de jóvenes investigadores deseosos de profundizar esta cuestión, han contribuido grandemente a echar luz sobre el particular. Así por ejemplo, un muy documentado trabajo de Enrique de Gandía, el examen minucioso de la autobiografías de Saavedra, Belgrano y Guido y los más recientes estudios de Patricia Pasqualli, permiten arribar a la ya esbozada conclusión de que: la actuación de las logias y de los masones del Río de la Plata fueron determinantes en los acontecimientos de Mayo de 1.810.
Para el estudio del tema, podríamos arriesgar una última triada, siguiendo el orden siguiente: -El Estado de la Masonería en el Río de la Plata a principios del siglo XIX-; -La Actuación de los Patriotas Masones- y -la Identidad entre el Ideario Revolucionario y el Masónico-.
En la “Independencia de América y las Sociedades Secretas”, Enrique de Gandía (12) realiza un pormenorizado análisis sobre el primer aspecto. Sostiene que para 1810, la masonería había adquirido importante desarrollo en Buenos Aires. Entre los testimonios citados, figura el del General Enrique Martínez, el que en carta a Andrés Lamas declara que “desde época remota existía la sociedad masónica y Peña y Vieytes pertenecían a ella”. La época a la que refiere es la del Virrey Sobremonte, cuando la logia fue descubierta a raíz de una fuerte tormenta que arrastró mandiles y demás ornamentos. Agrega el General que la Jabonería de Vieytes era el lugar donde se reunía la logia “Amigos de la Libertad”.
Tales circunstancias hacen que Gandía arriesgue que ya para 1.795 existían trabajos masónicos en la capital del virreinato. Menciona a la muy conocida Logia San Juan de Jerusalén fundada en 1.804 por Juan de Silva Cordeiro, y cita a Ignacio Núñez, que en sus recuerdos afirma que las Invasiones Inglesas contribuyeron grandemente al fortalecimiento de la labor masónica.
Por su parte, Francisco Grilló, en sus “Episodios Patrios”, revela una comunicación de la Gran Logia de Versalles de 1795, dirigida a la Logia Independencia de Buenos Aires. Sobre esta misma Logia, el Coronel inglés Santiago Burke, narra que cuando se iba de la ciudad en 1809, fueron a despedirlo “un número de las principales personas del lugar, mis viejos amigos de Independencia”.
El General Miller, de hecho poco afecto a la masonería, escribe en sus “Memorias”: “un club, llamado la logia, se ha introducido con el objeto ostensible de promover la emancipación de la América Española . . .”(14).
Los testimonios citados, revelan que a la fecha del movimiento emancipador, la masonería era importante en Buenos Aires y se expresaba a través de varias logias, entre las cuales, las más conocidas históricamente han sido la San Juan de Jerusalén, la Independencia o Amigos de la Libertad y la Sociedad de los Siete, todas anteriores a la Lautaro..
La importancia del estudio de la segunda cuestión, referida al accionar de los patriotas masones, queda de manifiesto por el protagonismo que los mismos tuvieron durante los sucesos revolucionarios y en la conformación de la Primera Junta de Gobierno.
Los autores citados, a los que podemos sumar el Dean Funes, Zinni y Alcibíades Lappas, coinciden en cuanto a la pertenencia masónica de: Saavedra, Belgrano, Moreno, Matías Irigoyen, Donado, Chiclana, Paso, Castelli, Nicolás Rodríguez Peña, Berutti, Guido y Vieytes, entre otros muchos (15). Muchos atentos lectores podrán advertir que los masones enunciados fueron los principales protagonistas del cabildo del 22, se los sucesos posteriores y del gobierno emanado del movimiento revolucionario.
Más que ilustrativo respecto al rol de la Orden y de los masones resulta el testimonio del General Tomás Guido, quien en sus Memorias revela tales circunstancias de modo insuperable, atendiendo a su condición de protagonista. Dice el ilustre militar y masón respecto a la tarea de los masones al tomar éstos conocimiento de la pretendida contrarrevolución: “En la tarde del mismo día fue publicado por bando el acuerdo clasificado de popular, proclamando una junta compuesta del Virrey Cisneros como presidente y de los señores Saavedra, Castelli, Sola e Inchaurregui. El pueblo pareció satisfecho de esta elección y los españoles se felicitaron de haber salvado del peligro de un trastorno fundamental viendo triunfante la autoridad del Virrey. Muy diferente sensación produjo tal inesperado desenlace en el club reunido a las ocho de la noche en la casa del señor Peña… Era pues necesario deshacer lo hecho, convocar nuevamente al pueblo y obtener del cabildo se prestase a reconsiderar ante otra reunión popular la sanción de la víspera… Se aproximaba el alba sin que aún se hubiese convenido sobre los elegibles. Hubo un momento en que se desesperó de encontrarlos. Gran zozobra y desconsuelo para los congregados en ese gran complot de donde nació la libertad de la República. La situación cada vez presentaba un aspecto más siniestro. En estas circunstancias el señor Don Manuel Belgrano, mayor del Regimiento de Patricios, que vestido de uniforme escuchaba la discusión en la sala contigua, reclinado en un sofá, casi postrado por largas vigilias, observando la indecisión de sus amigos, púsose de pie y súbitamente y a paso acelerado y con el rostro encendido de su sangre generosa, entró en la sala del club (el comedor de la sala del señor Peña), y lanzando una mirada altiva en rededor de sí y poniendo la mano derecha sobre la cruz de su espada: ¡ Juro dijo, a la Patria, y a mis compañeros, que si a las tres de la tarde el Virrey no hubiese sido derrocado, a fe de caballero yo lo derrocaré con mis armas¡… Luego todos volvieron a ocuparse de los candidatos y cuando parecía agotada la esperanza, don Antonio Berutti pidió se le pasase papel y tintero y como inspirado de lo alto, trazó sin trepidar los nombres de los que compusieron la Primera Junta.”(16).
El tercer aspecto de esta última triada, refiere a la identidad entre el ideario de Mayo y el masónico.
Si reflexionamos un minuto sobre el simbólico y bello aserto del Libro de la Ley Sagrada - la Biblia-: “. . .por sus frutos los conoceréis”, no ha de resultar una temeridad afirmar que lo que el movimiento revolucionario de mayo produjo y plasmó en la sociedad civil, no fue más que la manifestación externa del ideario humanístico de la masonería, sintetizado en su lema de LIBERTAD, IGUALDAD y FRATERNIDAD.
El denominado “Espíritu de Mayo”, como ya se dijera, base y programa del ordenamiento constitucional argentino, reconoce como su más importante fuente a las enseñanzas de la masonería vinculadas con la soberanía popular, la autodeterminación de los pueblos, la igualdad jurídica, la división de poderes, la representación, las libertades de pensamiento, expresión y conciencia, tan largamente trabajadas y estudiadas en la serenidad de los templos y bellamente labradas en el corazón de cada masón.
Para los masones, el “Espíritu de Mayo”, encarnación político-institucional del “Espíritu Masónico”, debe ser motivo de permanente recordación entre nosotros; de la misma forma en que la conducta de quienes precedieron ha de ser motivo de emulación; pero como la obra comenzada en mayo de .810 lejos está aún de ser terminada, es obligación de la ciudadanía argentina, preparada para ser del mundo y abierta a los desafíos de sus tiempos, continuar con esos trabajos.

CITAS:
(1) Gómez de Silva, Guido, Breve Diccionario Etimológico de la Lengua Española, Fondo de Cultura Económica, Méjico, p. 691.
(2) Diccionario Universal Enciclopédico, Plaza y Janes editores, Barcelona, 1995.
(3) Bazot, M. , Manual de la Francmasonería, Angeres, 1845, Tomo II.
(4) Frau Aubrines y Rosendo Arúst Arderiú, Diccionario Enciclopédico de la Masonería, Editorial Kier, Buenos Aires, 1962, T 2, p. 862.
(5) Pigna, Felipe, Los Mitos de la Historia Argentina, Grupo Editor Norma, Buenos Aires, 2004, p. 218.
(6) Idem., p 220.
(7) González Calderón, Juan, Derecho Constitucional Argentino, J. Lajouane Editores, Buenos Aires, 1930, T 1, p. 3.
(8) Belgrano, Manuel, Autobiografía, en Los Sucesos de Mayo, Ed. Jackson, Buenos Aires, 1945, p. 117.
(9) Luna, Félix, Historia Integral de la Argentina, Ed. Planeta, T 5, p. 380.
(10) Palcos, Alberto, Prólogo a los Sucesos de Mayo, op.cit., p. XVIII.
(11) González Calderón, Juan, op.cit., p.17.
(12) De Gandía, Enrique, La Independencia de América y Las Sociedades Secretas, Ed. Sudamérica - Santa Fe, 1994, p. 118 y ss.
(13) Idem., p. 125.
(14) Miller, John, Memorias del General Miller, Ed. Emecé, 1997, p. 259.
(15) Lappas, Alcibíades, La Masonería Argentina a Través de sus Hombres, Buenos Aires, 1966.
(16) Guido, Tomás, Reseña Histórica de los Sucesos de Mayo, en Los Sucesos de Mayo, op.cit., p. 185 y ss.

Revolución de Mayo y Masonería


Revolución de Mayo y Masonería*
Dr. Nicolás Breglia
La Revolución de Mayo, es uno de los hechos políticos más importantes de nuestra historia. Es el comienzo de trascendentales reformas políticas, sociales, estructurales y económicas en nuestro país.-
 La formación del primer Gobierno Patrio, es la concreción de los ideales de independencia que se vieron concretados el 9 de julio del año 1816.-
Con anterioridad se habían producido en América rebeliones populares con la idea de separarse del dominio Español, todas fracasaron, pero se fue gestando paulatinamente un ideal de independencia, que fue madurando y se concretó durante el siglo XIX.-
En Buenos Aires, capital del flamante Virreinato del Río de la Plata, se instaló este ideal, por el derecho innato del hombre a su autodeterminación, a ser el artífice de su propio destino, de lograr su libertad e independencia de cualquier tipo de dominación.-
Y además, por razones económicas, ya que el Monopolio Comercial impuesto por el Gobierno Español, impedía el desarrollo de las colonias. Los comerciantes y productores de Buenos Aires, aspiraban lograr la libertad de comercio, y el dominio de la aduana, que era una fuente importante de ingresos.-
 La Masonería no fue ajena a éste hecho histórico, la patrocinó, fue el nervio motor de la formación del Primer Gobierno Patrio, que culminó con la declaración de la Independencia de nuestro País.-
A fines del siglo XVIII y principios del siglo XIX, se instalaron Logias Masónicas, en la ciudad de Buenos Aires. Las Logias que levantaron columnas fueron la denominada “San Juan de Jerusalén para esta parte de América“ en el año 1804 con Carta Constitutiva de la Gran Logia de Marylan y la legendaria Logia “Independencia”, cuyo funcionamiento data del año 1.795, con carta Constitutiva de la Gran Logia General Escocesa de Francia, que es el antecedente del Gran Oriente Francés, cuyo venerable Maestro al producirse los acontecimientos de mayo de 1810, era Julián Alvarez, y tenía por objeto lograr la independencia del Virreinato del Rio de la Plata de cualquier dominación extranjera. El Jefe de la Masonería en esa época fue don Saturnino Rodríguez Peña, que a la vez era el representante de don Francisco de Miranda.-
Las logias que actuaron durante el proceso de emancipación, eran logias influidas por la masonería francesa y española y no como se suele creer por la masonería inglesa. Esta última tuvo escasa influencia en el proceso emancipador.
La Logia Independencia es el antecedente de la Logia “Lautaro”, que se denominó también la Gran Logia de Buenos Aires, que trabajaba con el Rito Moderno Francés, que contaba con cinco grados, los tres primeros simbólicos y los dos restantes filosóficos. El grado 4to., denominado Rosa Cruz y el grado 5to. Caballero Kadosch, que era el que dirigía la Gran Logia.-
En el año 1793, se celebra un pacto entre Francisco de Miranda, y los dignatarios Masónicos americanos, entre los que se encontraba , don Saturnino Rodríguez Peña, donde se acordó el apoyo de tropas inglesas para concretar el proceso de emancipación americana, pero se dejó perfectamente aclarado, que solamente debían intervenir para el apoyo militar, y que debían abstenerse de incorporar estos territorios al dominio de la Corona Inglesa.-
Cuando se produce la primera invasión inglesa en el año 1806, los masones de Buenos Aires creyeron que las tropas enviadas venía a apoyar el movimiento emancipador, y al advertir que no fue así, porque el HH:. Beredsford destituyó al Virrey, y se nombró Gobernador, mantuvo en sus puestos a toda las estructuras del gobierno Colonial, proclamó la libertad de cultos y el libre comercio, izó la bandera inglesa y ordenó que los habitantes de Buenos Aires, juraran fidelidad a la bandera y al monarca inglés, habilitando a tal efecto una bitácora donde las familias de Buenos Aires, debían suscribir la subordinación a la corona Inglesa.-
Según las crónicas de la época 28 familias caracterizadas de la ciudad, suscribieron su fidelidad a la corona Británica. Cuando los ingleses fueron derrotados ocultaron celosamente la bitácora y la llevaron a Londres.-
Esta actitud sorprendió a los masones de Buenos Aires, en forma inmediata comisionaron al HH:. Juan José Castelli para que se entrevistara con el gobernador. La reunión fue muy tensa, Castelli en forma imperativa le exigió al General Beredsford el cumplimiento del pacto celebrado en el año 1793 con el General Miranda, pero el Jefe inglés rechazó terminantemente el reclamo. A partir de ese momento, nació en la mente de los criollos la idea de la Reconquista de Buenos Aires.- (conf. “La Logia Lautaro y la Independencia de América”, pag. 51, de Antonio R. Zúñiga).-
Es importante recordar que la primera invasión inglesa fue prácticamente un desfile militar, tuvo escasa resistencia y una dotación de 1.200 hombres tomaron la Ciudad de Buenos Aires.-
Cuando fue derrotado, General Beredsford se juramentó ante los Masones de Buenos Aires, que no tomaría las armas en contra del virreinato, y que se comprometía a gestionar por ante su Majestad Británica el apoyo al movimiento emancipador, y que abandonara la idea de anexión de las colonias españolas en América.-
Bajo esas condiciones es dejado en libertad, se traslada a la ciudad de Montevideo, y allí se encuentra con una escuadra que traía 12.000 hombres para reforzar le dominio sobre Buenos Aires. El General a cargo le entrega el mando, y el General Beredsford se negó terminantemente a hacerse cargo de la fuerza militar, por haberse juramentado masónicamente a no tomar las armas contra Buenos Aires, y cumplir una misión diplomática por ante el Gobierno de su Majestad Británica.-
En la segunda invasión Inglesa, advertidos los habitantes de Buenos Aires sobre sus intenciones, fuerza que contaba con 12.000 hombres, no pudieron tomar la Ciudad. Es importante tener en cuenta, que se trataba del mejor ejército del mundo, y que Buenos Aires, contaba en ese momento con 40.000 habitantes, encontrándose aproximadamente 8.000 con capacidad de combate.-
La ciudad se levantó en armas, pelearon desde el nieto hasta el abuelo, también lo hicieron las mujeres, en una gesta sin precedentes el pueblo de buenos aires en su conjunto se batió heroicamente en contra del ejercito invasor derrotándolo en forma contundente.-
Esta victoria envalentonó a los patriotas, se dieron cuenta que si pudieron vencer al mejor ejército de la época, estaban en condiciones de luchar por su libertad.
En forma inmediata, se formó el partido de los Patriotas dirigidos en forma mayoritaria por los Masones, que aspiraban a obtener la independencia de éstas tierras, y como contrapartida se formó el partido de los Españoles, que aspiraban a mantener éstas tierras bajo el dominio Español.-
El partido de los patriotas contaba con el apoyo del regimiento de “Patricios” cuyo jefe era el entonces Coronel Cornelio Saavedra, hermano masón.-
El partido de los españoles estaba liderado por Martín de Alzaga, apoyados por los regimientos de los “tercios de gallegos”, “vizcaínos”, “montañeses” y “andaluces”.-
En el año 1.809 el partido de los españoles trató de dar un golpe de estado y designar una Junta de Gobierno adicta al soberano español, pero fueron derrotados por la acción decidida y enérgica del jefe del regimiento Patricios.-
Las posiciones encontradas entre ambos bandos, provocaron un estado de inestabilidad en la sociedad colonial de entonces y una creciente desconfianza entre los grupos en pugna.-
La llegada al Puerto de Montevideo de la fragata inglesa “John Paris” el día 13 de mayo, con la noticia de la caída de Sevilla en manos de Napoleón, precipitó los acontecimientos en Buenos Aires.-
Al encontrarse acéfalo el gobierno en España, se convoca a un Cabildo Abierto, para decidir la actitud a adoptar, ante el cariz que estaban tomando los acontecimientos.-
Se plantearon dos posturas totalmente antagónicas: la sostenida por el Obispo Benito de Lué y Riega, que militaba activamente en el Partido de los Españoles, defensor del absolutismo monárquico, negó enfáticamente el derecho de los americanos para hacer innovaciones en el gobierno, destacando el hecho de que las Indias eran propiedad de España y que mientras exista un español en América era el que debía gobernarla. La soberanía del gobierno residía en España y era privativa de españoles.-
Esta postura es rebatida por el HH:. Juan José Castelli, que militaba en el Partido Patriota, sostuvo con acierto las modernas teorías de la soberanía popular basados en las doctrinas liberales imperantes en la época de Domingo de Soto, Francisco Suárez y Francisco de Vitoria, que sostenían que el poder soberano viene de dios, reside en el pueblo y éste lo delega en el Rey, y al haber caducado el gobierno Español, el soberano y por ende sus autoridades, el pueblo debe reasumir la soberanía y designar las autoridades que estime convenientes a sus intereses.- Triunfa ésta postura y el Virrey es depuesto.-
El Virrey y el Partido Español no se quedan quietos, no se dan por vencidos e inician una verdadera contrarrevolución. Ese mismo día, en horas de la tarde se procedió a formar una junta de gobierno presidida por el Virrey Cisneros, e integrada por Saavedra, Castelli, Sola e Inchaurregui.-
Esta jugada desconcertó a los patriotas porque el pueblo pareció satisfecho con la elección de las autoridades y el Partido de los Españoles se consideraban triunfantes por haber salvado la autoridad del Virrey.-
Los patriotas que en su mayoría eran Masones, se reunieron en la casa de Rodríguez Peña, y luego de largos debates y deliberaciones decidieron convocar nuevamente a un Cabildo Abierto, y con el apoyo del Regimiento de Patricios, que movilizó sus tropas y sus baterías, lograron imponer una Junta de Gobierno adicta a su posición política. Pudiendo ponerse de acuerdo con los candidatos a integrarla.- El que redactó la lista con los nombres de los integrantes de la Junta de Gobierno fue don Antonio Berutti.-
Finalmente en el Cabildo Abierto del 25 de mayo del año 1810, se nombró la Primera Junta de gobierno, integrada de la siguiente forma: Presidente: General Cornelio Saavedra (Masón), Secretarios: Mariano Moreno (Masón, miembro de la Logia Independencia) y Juan José Paso, (masón miembro de la Logia Independencia y la Sociedad de los siete), Vocales: Manuel Belgrano, (Masón miembro de la Logia Independencia, Sociedad de los siete, Logia Lautaro, VM:. De la Logia Argentina y posteriormente denomidada Logia Unidad Argentina de la ciudad de Tucumán), Miguel de Azcuénaga, Juan José Castelli, (masón VM:. De la Logia Independencia), Domingo Mathéu, (Masón Logia Independencia), Juan Larrea (masón Logia Independencia) y Manuel Alberti. (masón Logia Independencia y Sociedad de los siete).-
La pertenencia a la Orden de la mayoría de los integrantes de la Primera Junta ponen de manifiesto el protagonismo que los mismos tuvieron durante los sucesos revolucionarios y en la conformación del Primer Gobierno Patrio.-
Fue importante también la participación de un sector de la Iglesia católica en el proceso iniciado con la Revolución de Mayo. La iglesia se divide en forma horizontal, un sector se mantiene fiel a la conducción del Vaticano, son los defensores del Absolutismo Monárquico oponiéndose a cualquier ideal de independencia.-
El otro sector dirigido por el Dean Diego Estanislao Zavaleta, rector de la Catedral de Buenos Aires, apoyaba decididamente el proceso emancipador. Este clérigo olvidado por la historia, tiene una importancia decisiva en los sucesos de mayo porque justifica bajo el punto de vista teológico la formación de la Primera Junta. Sus biógrafos, dan cuenta que era un asiduo concurrente a los Clubes presididos por don Saturnino Rodríguez Peña.-
La revolución de Mayo es un acontecimiento trascendente en la vida política de nuestro historia. Es el comienzo de importantes reformas políticas, sociales y económicas de nuestro país, con fundamento en los principios de LIBERTAD, IGUALDAD y FRATERNIDAD, que son sustentadas por la Masonería.-
Es partir de éste momento, que basados en éstos principios, llevaron a la sociedad profana las propuestas de organización social, políticas y económicas de la Orden Masónica como base para el ordenamiento jurídico y constitucional, tales como la defensa de la soberanía popular, la autodeterminación de los pueblos, la igualdad jurídica, la división de poderes, la representación, las libertades de pensamiento, expresión y conciencia, que son estudiadas en la pasividad de los templos.-
Los Hombres de Mayo, nos señalaron el camino, debemos tenerlo siempre presente, pero como la obra iniciada, aún no ha concluido, tenemos la obligación de continuar con esos trabajos y lograr la concreción definitiva de los ideales políticos y sociales que propone la Orden Masónica, es la gran deuda que tenemos con la sociedad.-
Depende de nosotros asumir el desafío, recoger y concretar la obra inconclusa de la Masonería.-
 Nicolás Orlando Breglia

Obras consultadas:
1)    De Gandía, Enrique, La Independencia de América y Las Sociedades Secretas, Ed. Sudamérica - Santa Fe, 1994,
(2) Lappas, Alcibíades, La Masonería Argentina a Través de sus Hombres, Buenos Aires, 1966.
(3) Zúñiga, Antonio RT. “La Logia Lautaro y la Independencia de América”
2)    (4) Corbiere, Emilio J. “La Masonería, Política y Solciedades Secretas en la Argentina”.
3)    Lazcano, Martín V. “Las Sociedades Secretas, Políticas y Masónicas de Buenos Aires”.-
4)    Dossier Almazán, Bernardo “Beresford, Gobernador de Buenos Aires”
5)    Calvo, Nancy; Di Stefano, Roberto y Klaus Gallo “Los Curas de la Revolución”--



    * Conferencia organizada por la Respetable Logia América Nº 32, en la sede de la Gran Logia de la Argentina de Libres y Aceptados Masones, 22 de Mayo de 2009.