La Logia Independencia y la Sociedad de los Siete.
Autora: Andrea Marisa Romandetti Dasso.
Profesora del Área de Enseñanza Artística, Vicerrectora en Educación Media del GCABA, investigadora del simbolismo masónico en la arquitectura monumental y funeraria (ex colaboradora para la Comisión de Patrimonio, del GCABA; asesora del proyecto De Epitafios, Memorias y Rituales los cementerios como espacio estético simbólico, un microcosmos simbólico, desarrollada por la Universidad Nacional de Colombia, sede Manizales).
Es bien sabido que una de las Trilogías de la Orden Masónica es “Libertad, Igualdad, Fraternidad”, lema de los revolucionarios franceses de 1789 y los intelectuales de la época, cuyos principios llegarían a las tierras americanas de la mano de francmasones europeos, de nuestros Patriotas de Mayo y los héroes de la Independencia Americana, iniciados, en su gran mayoría, en logias europeas.
Libertad, el derecho inclaudicable y más sagrado que posee todo hombre. Derecho por el cual, se convierte en responsable de sus actos, basados en su librepensamiento, y cuyo límite es la Máxima Masónica “
Lo que no quieras para ti, no lo quieras para otro”
.
En estos días aciagos de la patria, es bueno recordar a aquellos hombres, Ilustres Hermanos, que teniendo la Libertad por bandera, no dudaron en poner en juego sus vidas para su conquista y posterior defensa, sin esperar honores ni riquezas a cambio de tamaña empresa.
I. El General Francisco de Miranda y las Logias Patrióticas.
Es imprescindible comenzar, a modo de introducción, la narración de la emancipación americana por la figura del General Francisco de Miranda, de quien no se tienen datos ciertos sobre su logia madre (algunos afirman que fue iniciado en Virginia, otros en Filadelfia, Londres o París)
, si bien es evidente que decidió organizar sociedades patrióticas americanas tomando como ejemplo el espíritu imperante en las logias europeas de finales del siglo XVIII, cuya esencia era la Libertad y la Justicia Social. Es así como funda en 1797, en la ciudad de Londres, la sociedad patriótica, de carácter masónico y de tendencia republicana, “Gran Reunión Americana”, erigiéndose Gran Maestre de la misma, y cuyo fin último era la emancipación de las colonias americanas del yugo español. Decidió fundar filiales de esta logia en diversas ciudades, entre ellas París, Madrid y principalmente el puerto de Cádiz, lugar donde arribaban los criollos ilustrados de las colonias y trababan relación con miembros de la Orden. En esta última ciudad, la logia recibe el nombre de
“Caballeros Racionales Nº 7”, uno de cuyos miembros fuera Carlos María de Alvear. El citado masón argentino, quien luchó contra el ejército napoleónico en España, arriba a Londres en 1811 y conoce al General Miranda, afiliándose entonces a la Logia mirandista de la mencionada ciudad. En una carta interceptada de Carlos de Alvear (28 de octubre de 1811), dirigida a D. Rafael Mérida, miembro de la “Sociedad Patriótica” de Caracas (filial de la “Gran Reunión Americana” de Londres), éste le comunica sus planes de viajar a Buenos Aires con algunos hermanos, asegurando enviar comunicación de todo lo que ocurriera en estas tierras; en el listado complementario Nº 4 de la citada misiva, menciona como Hermanos admitidos en la “Sociedad de Caballeros Racionales Nº 7” a Manuel Moreno, natural de Buenos Aires, Luis López Méndez, Andrés Bello y Marqués del Apartado, de Caracas
. En otra nota con igual fecha, también interceptada
, Alvear le comunica al Venerable Presidente de la L. Nº 4 que, llegado a Londres “
junto a los Hermanos San Martín, Zapiola, Mier, Villa-Urrutia y Chilavert, hemos fundado por orden de la L. Nº 3 una, con el Nº 7, y hemos recibido a los Hermanos que figuran en la lista que va con el Nº 4”
. Estos Hermanos fundarían, a su arribo a Buenos Aires, la
Logia Lautaro. Américo Carnicelli aclara que gran parte de los miembros del movimiento revolucionario tenían una doble pertenencia: eran masones de Logias Regulares y masones de Logias Patrióticas, mientras que algunos otros, sólo pertenecían a éstas últimas. Es necesario establecer esta diferencia ya que las logias mirandistas, según el citado autor, perseguían un fin exclusivamente político, hecho que los distanciaba del pensamiento basal de la masonería regular, pero no caben dudas que los líderes revolucionarios “
aprovecharon la organización masónica para impulsar su movimiento”.
II. La masonería prerrevolucionaria en el Río de la Plata.
Si bien fue fundamental la tarea llevada a cabo por los Hermanos de las Logias Lautarinas en la Gesta Emancipadora de esta parte de América, no serán ellos el objetivo de este escrito, sino más bien los miembros de la masonería prerrevolucionaria en el Buenos Aires colonial.
Es difícil encontrar documentación escrita sobre la actuación de logias masónicas en el Río de la Plata durante este período: los miembros de las mismas debían actuar con sumo recato, ya que sus escritos (actas, iniciaciones, etc.) podían caer en manos de los realistas y padecer, en consecuencia, persecuciones y cárcel.
De acuerdo a los escritos de Emilio Corbière, Alcibíades Lappas y Frau Abrinés y Arús Arderiu, la primera logia instalada en Buenos Aires fue la
“Logia Independencia”, con carta patente de la Gran Logia Escocesa de Francia, hacia 1795; su nombre expone claramente las intenciones emancipadoras de los Hermanos que allí se reunían.
La misma funcionaba, de acuerdo a los escritos de Francisco Guilló, en
“una cueva, cuya entrada la tenía por un semiarruinado caserón situado en una de las calles que conducen a la plaza y cuya salida se prolongaba por una mina hasta los mismos pozos de la residencia”, y allá iban entrando con mucho recato y recelo, paulatinamente, en intervalo, varios individuos. Cualquiera hubiera podido observar, atendida la cautela y el misterio con que se rodeaban esos sujetos, que se trataba de una asociación secreta. En efecto, en aquella cueva funcionaba la Logia Independencia, recién fundada, que había de sentar en Sud América los cimientos de la institución masónica” Queda demostrado la real existencia de la citada logia (también conocida como “la de los franceses”), gracias a un documento enviado por el Gran Oriente de Francia, quien al absorber la Gran Logia General Escocesa de Francia, declara nuestra logia independiente y soberana, sugiriéndole continuar con el Rito Escocés.
Durante el Virreinato de Olaguer (1795/99) se persiguió tenazmente a un grupo de ciudadanos franceses, acusados de comprar una considerable cantidad de balas que, presuponían, serían utilizadas para volar la Catedral; el grupo fue encarcelado y enjuiciado por Martín de Álzaga (pro-realista). Sin embargo, esta “Conspiración de los franceses” no fue más que una falsa excusa para perseguirlos por ser masones: los peninsulares temían que este grupo sembrara la semilla de los pensamientos libertarios en la colonia.
Emilio Corbière
destaca que la “Logia Independencia” bajo la veneratura de Julián B. Álvarez, es la continuidad, al menos en su denominación, de “la de los franceses”, si bien difiere de ella; durante el mandato de Álvarez, “Independencia” proporcionó los cuadros necesarios para la fundación de la “Logia Lautaro”, al arribo de la Corbeta Canning, en 1812, con Alvear, San Martín y Zapiola, entre otros masones.
Juan José Castelli, quien fuera miembro y venerable de la “Logia Independencia”, funda en 1801 la Sociedad Patriótica, Literaria y Económica, cara visible de la citada logia. También fueron hermanos de logia Manuel Belgrano, Manuel Moreno e Hipólito Vieytes, estos últimos pertenecientes, de igual modo, a la “Logia Caballeros Racionales Nº 7”, de Cádiz.
Ya para esta fecha, se encontraba en plena actividad masónica y revolucionaria Don Saturnino Rodríguez Peña, quien fuera iniciado en la Logia Estrella del Sur, una de las dos logias fundadas durante las invasiones inglesas de 1806 y 1807; no debemos olvidar que, por aquel entonces, los navíos ingleses eran logias flotantes. Don Saturnino era hermano de Don Nicolás Rodríguez Peña
quien, según consta en acta notarial, adquiere en octubre de 1807 la finca en la que, junto a su socio Hipólito Vieytes, funcionaría durante algo más de dos años, la conocida
“Jabonería de Vieytes”, que no sólo se desempeñaba como fábrica de velas y jabones, sino que lindero a sus instalaciones (vivienda de Don Hipólito), se reunían, entre otros, el dueño de casa, Castelli, Beruti, Nicolás Rodríguez Peña y Manuel Belgrano, con fines emancipatorios.
No debe olvidarse el
Café de Marco, donde se reunían no sólo masones, entre ellos Julián Álvarez (venerable de Independencia),
sino también criollos que luchaban por un gobierno propio; años después, ya cerrado el Café, conformarían la denominada Sociedad Patriótica (1812).
Como parte de la comunidad no veía con buenos ojos a la masonería, la Logia Independencia decidió separarse del mando del movimiento revolucionario, según el autor Lazcano, y desmovilizarse (los principios políticos se habían hecho carne entre los criollos). Deciden entonces crear una comisión, conformada con miembros de la Logia, que serían los encargados de dirigir y ejecutar los planes libertarios: la
Sociedad de los Siete. En ella participaban, siempre según Lazcano, Juan José Castelli, Agustín Donado, Juan José Paso, Nicolás Rodríguez Peña, Hipólito Vieytes, Manuel Belgrano y Feliciano Antonio Chiclana.
Esta Sociedad, inexistente para gran parte de los historiadores (entre ellos Canter), mítica para otros, fue, de haber existido, según Corbière, la cara visible de la Logia Independencia. El historiador Antonio Zinny (masón, fundador y venerable de la “Logia Lealtad Nº 6”) declaró haber tenido un documento con los nombres de los miembros de la Logia Independencia y la Sociedad de los Siete, agregando a esta última, al igual que el Deán Funes, los nombres de Matías Irigoyen y Antonio Luis Beruti. Es indudable la participación de grupos masónicos, junto a Saturnino Rodríguez Peña y Julián B. Álvarez, en los eventos que concluyeron en la Semana de Mayo de 1810.
La vivienda de Nicolás Rodríguez Peña se convirtió, esa semana, en sede deliberativa; allí reunidos, la noche del 19 los miembros de la Orden decidieron solicitar la convocatoria a un Cabildo Abierto, apoyados por los jefes militares Saavedra y Martín Rodríguez
(ambos masones). Ya para el 21 de mayo, los miembros de la denominada Legión Infernal, dirigida por los Hermanos French y Beruti, presionaban a las puertas del Cabildo, para concretar la ansiada convocatoria que se llevaría finalmente a cabo el día 22. Para tamaño evento se entregaron 450 invitaciones, de los cuales sólo concurrieron 251 personas, en su gran mayoría defensores de los principios patrióticos.
Muchos sindican a los hermanos Rodríguez Peña como los encargados de solicitar a los cabildantes las invitaciones pertinentes, antes de llegar a la sesión, impidiendo, con diversos artilugios, la participación de los opositores a la causa. Gracias a las brillantes exposiciones de Castelli y Paso, la votación del 22 de mayo se inclinó por el cese en el cargo del Virrey Cisneros y su reemplazo por una Junta designada por los cabildantes, que en un principio sería presidida por el mismo Cisneros (día 24). Esa misma noche, la agitación popular era creciente y los patriotas se reunieron nuevamente en casa de Rodríguez Peña: no había tiempo que perder. Decidieron entrevistarse con Saavedra y Castelli (miembros de la fallida Junta), quienes reconocieron su error y renunciaron.
El 25 de Mayo la intervención de la masonería fue decisiva: viendo que el Cabildo no pensaba ceder ante la petición de los patriotas (la caída de Cisneros), irrumpieron en la Sala Capitular un grupo de “vecinos”, que disconformes con el Virrey , expresaron el disgusto y conmoción popular, y su firme convicción de no aceptar su postulación. Tal fue la presión que Cisneros dejó el cargo. Pero, no conformes con esto, ingresaron nuevamente los vecinos junto a un grupo de masones, entre ellos French, Chiclana, Planes y Beruti; fue este último el encargado de dar a conocer las nuevas peticiones: los nombres de los futuros miembros del Primer Gobierno Patrio (que fue concedido) y el envío de expediciones al interior, con el fin de propagar los ideales revolucionarios (se enviaron circulares instando a la elección de diputados para un futuro congreso en Buenos Aires). Dispuestos a todo, y bajo presión de los cabildantes, los patriotas acercaron la solicitud por escrito y con la firma de ciudadanos de diversa extracción social. Todos conocemos el final de la historia: la jura de la Primera Junta de Gobierno, la Circular del 27 de mayo y el Reglamento interno de la Junta, del día 28. Recordamos también las Logias Lautarinas y Mirandistas, y su influencia en la Campaña Libertadora de América, gracias a la cual se consolidó la Independencia del Continente.
III. A modo de conclusión.
Desde mi escuela primaria he escuchado hablar de estos hombres, quienes eran para mi tan sólo “nombres”, encarnados en hieráticas y frías estatuas de bronce. El acercamiento al pensamiento masónico, en primera instancia, y el descubrimiento de esta “otra historia” de la Gesta de Mayo, los ha transformado ante mis ojos en seres admirables y apasionados, de carne y hueso, quienes lucharon desinteresadamente por un ideal, al que no dudaron en defender con sus vidas: la Libertad.
Ahora, como docente me pregunto: ¿de qué vale recitar de memoria aquellos nombres si no enseñamos, esencialmente, la pasión y convicción que guiaban sus acciones? ¿De que sirven los datos fríos de la historia, si no tomamos como ejemplo y guía, a estos valientes Hermanos de Mayo? En tiempos en que la Libertad se encuentra, por momentos, “hostigada”, quiera Dios que estos hombres, que soportaron persecuciones, cárcel y, hasta alguno de ellos el exilio, puedan ser revelados ante todos nosotros en su máxima expresión: Héroes, dignos de ser recordados.
Bibliografía.
Bustinza, J. A. “Historia 5. Instituciones políticas y sociales. Argentina y América”. A-Z Editora, Buenos Aires, Argentina. 1992.
Carnicelli, A. “La Masonería en la Independencia de América”. Secretos de la Historia. Tomo I. Alvaro Lozano & Cía, Ltda. Bogotá, Colombia. 1970.
Corbière, E. “La Masonería. Política y Sociedades Secretas”. Editorial Sudamericana. Buenos Aires, Argentina. 3ª edición, 1998.
Frau Abrinés, L. y Arús Arderiu, R. “Diccionario enciclopédico de la Masonería. Novísima Edición”. Editorial Kier. Bs. As. Argentina. 1947.
Juárez, F. “Dónde se cultivó el espíritu de 1810”; nota aparecida en el diario La Nación, 20/05/2001; Buenos Aires, Argentina.
Lappas, A. (2000). “La Masonería Argentina a través de sus hombres”. 3ª edición, 2000. Bs. As. Argentina; impreso por DIFOS S.A.
Pigna, F. “Biografía de Hipólito Vieytes”, “Biografía de Bernardino Rivadavia”, en página web: www.elhistoriador.com.ar
Romero, J. L. “Breve historia de la Argentina.” Colección Temas Básicos. Huemul, Editorial Crea. Buenos Aires Argentina. 3ª edición, 1979.
Romero, L. A. “Argentina, 200 años”. Diario Clarín, Edición Bicentenario. Buenos Aires, Argentina. 2010. Tomo I.
Datos de la autora: Prof. Lic. Andrea Marisa Romandetti Dasso.
Dirección Postal: Av. Díaz Vélez 4195, P. 3º. C.A.B.A. (1200)
Teléfonos: 4981-0480// 15-5416-8475.
No hay comentarios:
Publicar un comentario