Muchos historiadores académicos prefieren omitir esta dimensión del acontecimiento porque no existen suficientes documentos que prueben la acción de las logias en la formación del Primer Gobierno Patrio. Se sabe que las logias existieron, se conoce la participación en ellas de los revolucionarios, pero el secreto de las actas y todo lo dicho en Logia hace que no dispongamos de información más precisa. Esta escasez de datos da pie a los que subestiman la contribución masónica o la reducen a la posibilidad que brindaban los talleres de actuar en forma clandestina.
Aunque los documentos oficiales falten, la ciencia histórica ha sabido prosperar en base a otro tipo de fuentes, cuya interpretación demuestra no solamente la presencia sino también las manifestaciones de la obra masónica. Los que además, hemos sido Iniciados, podemos comprender señales que para los Profanos permanecen veladas: de eso se trata la propuesta que hemos redactado.
Tras una breve mención de los orígenes de la Masonería en Argentina, nos aproximamos a la tan breve como intensa obra de Mariano Moreno, para establecer en su escritura y en su acción, la existencia de huellas de los masones en 1810.
Las primeras logias y su presencia en los sucesos de Mayo
La constitución de la Masonería Regular en la Argentina es una derivación de la Organización Nacional –a la que por otra parte los masones contribuyeron de manera decisiva- y se produjo el 11 de diciembre de 1857 e.: v.:. Pero logias masónicas en el territorio que luego integrará la nación Argentina existen, al parecer, desde el siglo XVIII.
Según Alcibíades Lappas en el archivo de la Gran Logia de Inglaterra consta que el 17 de abril de 1735 fue designado el caballero Randolph Took como Gran Maestre Provincial para América del Sud, y se sabe que por esos años (entre 1735 y 1737) Took se hallaba en Buenos Aires realizando negocios.
Posteriormente, se sabe que a fines del siglo XVIII (probablemente en 1797) existía en esa ciudad una logia llamada Independencia, que obtuvo su Carta Constitutiva de la Grande Loge Genérale Ecossaise de France –que a partir de 1805 se integró al Gran Oriente de Francia- y a la que pertenecieron Mariano Moreno, Juan José Paso y Manuel Belgrano.
También a fines del siglo XVIII el portugués Juan de Silva Cordero funda la Logia San Juan de Jersusalén de la Felicidad, con Carta Constitutiva de la Gran Logia de Maryland. Durante las Invasiones Inglesas, según el relato del historiador masónico Lappas, se formaron Logias con Cartas Constitutivas de la Gran Logia de Irlanda, y sus miembros levantaron a su vez las Logias Hijos de Hiram y Estrella del Sur.
Emilio Corbière analiza en sus dos tomos sobre La Masonería aspectos de la polémica historiográfica en torno a la masonería en la emancipación continental, que adquiere un gran dinamismo a partir de la fundación de la Logia Lautaro de Buenos Aires en 1812 integrada por los viajeros de la fragata George Canning, entre los que se encontraba José de San Martín. Mucho se ha dicho sobre el carácter operativo de las logias lautarinas y su grado de compromiso con la masonería. Pero eso deberá ser motivo de otra plancha.
También las irradiaciones que dejó la impronta de Mariano Moreno en los que sobrevivieron a su derrota política y dudosa muerte en alta mar. Es poderosamente llamativo que los morenistas fundaran nuevas logias y tuvieran una acción extendida en el tiempo que fue crucial para alcanzar la Independencia, figuras que quedaron en una nebulosa historiográfica y merecen ser recuperadas, como Julián Álvarez y Juan José Paso. Es curioso también, lo poco que se ha dicho sobre la impronta masónica de la Primera Junta de 1810, en la que la mayor parte de sus miembros, como señala en un artículo recientemente publicado, Antonio Las Heras. Por eso creemos que es necesario concentrarnos en esos meses violentos, convulsionados, plagados de pasiones y razones, en los que se engendró nuestra República.
Cómo ser Masón en el mundo Profano
Una discusión clásica entre los historiadores discurre sobre las causas de la Revolución de Mayo: ¿Independencia de España o abolición del monopolio comercial? ¿Intereses criollos o intereses británicos en el Río de la Plata? Ciertamente, los argumentos que proponen los historiadores se basan en datos, lo que nos sugiere que algo de todo eso siempre hay en el abanico de la pluricausalidad de las acciones sociales.
Entre todos esos intereses que confluyeron, había un programa común a todos los masones que actuaban en América desde el siglo XVIII: Independencia. La instauración revolucionaria del reinado de Fernando VII tras el Motín de Aranjuez (17 de marzo de 1808 e.: v.:) y la ocupación napoleónica del trono español precipitaron los acontecimientos que se venían proyectando con anterioridad.
Entonces, comenzaron a distinguirse dos grupos revolucionarios, cuya diferenciación no puede comprenderse cabalmente sin conocer su pertenencia masónica. La obra de Alfonso Fernández Cabrelli nos ofrece una investigación valiosísima en esta dirección. Este autor nos habla de una tendencia de masones más moderados, que relaciona con las logias constituidas con Cartas Patente inglesas, cuyos miembros acompañarán las decisiones del Presidente de la Junta, Cornelio Saavedra –sobre cuya Iniciación ha habido una gran discusión historiográfica, pero Antonio Las Heras afirma que se ha probado por datos conservados por sus descendientes-. Frente a ellos, siempre con un objetivo común, que es el de la Independencia Americana, se fue aglutinando un grupo de masones de logias con Carta Patente francesa, alrededor de Mariano Moreno.
Lo que puede llevar a la confusión es que posteriormente, el lautarismo introducido en Buenos Aires, como se ha dicho desde 1812, tiene un origen inglés, en la Gran Reunión Americana de Londres, formada por Francisco Miranda, el gran precursor de la independencia en todo el continente americano. Los morenistas participaron del proyecto operativo de la Logia Lautaro para derrotar a los españoles (el Cruce de los Andes), como explica Rodolfo Terragno. Pero antes de que desembarcara el lautarismo en el Río de la Plata, existió una controversia muy importante para la fundación de nuestra República. Esa controversia puede ser entendida desde una perspectiva masónica.
Mucho se ha hablado de las diferencias entre Moreno y Saavedra, que fueron oscurecidas mediante explicaciones simplistas como las diferencias generacionales, la perspectiva del abogado teórico frente al militar práctico, incluso la ocurrencia de que Moreno originó el partido unitario y Saavedra el partido federal, y por supuesto, celos personales y puja de poder.
Lo que ofrecemos aquí como propuesta para incorporar a la polémica historiográfica es una lectura diferente, basada en la investigación del historiador Fernández Cabrelli: dos maneras de ser masón en el mundo Profano. Podemos creer que los masones moderados priorizaron el secreto, la cautela y la moderación que es prédica masónica, para proteger el objetivo operativo: el gobierno autónomo.
Mariano Moreno en cambio, guardando los debidos recaudos del lenguaje para mantener la discreción del trabajo de Taller, trasladó las irradiaciones de su iluminación espiritual al trabajo operativo. Para Moreno no era suficiente con lograr la independencia, los ciudadanos debían también participar en ella.
Esto nos conduce a las razones de la lucha por la Independencia en la masonería. Sin independencia y sin democracia, solamente pueden ser masones un conjunto de privilegiados de las Cortes, o como en la época de la masonería operativa medieval, expertos artesanos cuyo conocimiento específico y codiciado los protegía de la opresión monárquica. Pero la Masonería aspira al bienestar de la Humanidad, y por lo tanto, a que la libertad de los hombres no sea un privilegio.
Aunque no todos los masones lo comprenden así, cuando se cree que la Masonería no es un privilegio, y que el bienestar de la Humanidad se alcanza cuando todos los hombres y mujeres se reconocen mutuamente como seres libres e iguales, está claro que la conquista de la Independencia es un paso insoslayable en ese camino.
Probablemente Mariano Moreno creyó que no bastaba con que los ciudadanos del Río de la Plata pudieran ser libres e iguales, sino que además debían experimentar los alcances de la libertad y la igualdad. Y quizás esa creencia férrea le costó la vida.
Todo esto deberá ser materia de un análisis más profundo que el que propone esta plancha, pero para muestra de lo que estamos diciendo, traemos a la mirada de los QQ\HHos\y HHas\algunos fragmentos del último escrito político de Mariano Moreno, que selló su fin. El decreto de Supresión de Honores:
“En vano publicaría esta Junta principios liberales, que hagan apreciar a los pueblos el inestimable don de su libertad, si permitiese la continuación de aquellos prestigios, que por desgracia de la humanidad inventaron los tiranos, para sofocar los sentimientos de la naturaleza. Privada la multitud de luces necesarias, para dar su verdadero valor a todas las cosas; reducida por la condición de sus tareas a no extender sus mediaciones más allá de sus primeras necesidades; acostumbrada a ver los magistrados y jefes envueltos en un brillo que deslumbra a los demás, y los separa de su inmediación, confunde los inciensos y homenajes con la autoridad de los que los disfrutan, y jamás se detiene en buscar al jefe por los títulos que lo constituyen, sino por el boato y condecoraciones con que siempre lo ha visto distinguido. [...]
“Es verdad que, consecuente al acta de su erección, decretó al Presidente, en orden de 28 de mayo, los mismos honores que antes se habían dispensado a los virreyes; pero esto fue un sacrificio transitorio de sus propios sentimientos, que consagró al bien general de este pueblo. La costumbre de ver a los virreyes rodeados de escoltas y condecoraciones habría hecho desmerecer el concepto de la nueva autoridad, si se presentaba desnuda de los mismos realces; [...]
“Un remedio tan peligroso a los derechos del pueblo, y tan contrario a las intenciones de la Junta, no ha debido durar sino el tiempo muy preciso, para conseguir los justos fines que se propusieron. Su continuación sería sumamente arriesgada, pues los hombres sencillos creerían ver un virrey en la carroza escoltada, que siempre usaron aquellos jefes; y los malignos nos imputarían miras ambiciosas, que jamás han abrigado nuestros corazones. Tampoco podrían fructificar los principios liberales, que con tanta sinceridad comunicamos, pues el común de los hombres tiene en los ojos la principal guía de su corazón, y no comprenderían la igualdad que les anunciamos, mientras nos viesen rodeados de la misma pompa y aparato con que los antiguos déspotas esclavizaron a sus súbditos.
“La libertad de los pueblos no consiste en palabras, ni debe existir en los papeles solamente. Cualquier déspota puede obligar a sus esclavos a que canten himnos a la libertad; y este cántico maquinal es muy compatible con las cadenas y opresión de los que lo entonan. Si deseamos que los pueblos sean libres, observemos religiosamente el sagrado dogma de la igualdad. Si me considero igual a mis conciudadanos, ¿por qué me he de presentar de un modo que les enseñe que son menos que yo? Mi superioridad sólo existe en el acto de ejercer la magistratura, que se me ha confiado; en las demás funciones de la sociedad soy un ciudadano, sin derecho a otras consideraciones, que las que merezca por mis virtudes.”
Creemos ver en estas palabras, cómo Mariano Moreno abre, simbólicamente, las Tres Ventanas del trabajo de Taller en Segundo Grado, para brindar a “la multitud”, con herramientas Profanas, “luces necesarias, para dar su verdadero valor a todas las cosas”. La “ventana del Mediodía”, de la luz interior, está expresada el supuesto en el que fundamenta la igualdad, cuando dice: “si me considero igual a mis conciudadanos...”. Pero Moreno sabe que, por no ser Iniciados, sus conciudadanos pueden no haber accedido a esa iluminación de su igualdad interior, y sólo pueden recibirla a través de la Ventana de Occidente, que coincide con las Puertas del Templo, la del mundo exterior: “pues el común de los hombres tiene en los ojos la principal guía de su corazón, y no comprenderían la igualdad que les anunciamos, mientras nos viesen rodeados de la misma pompa y aparato con que los antiguos déspotas esclavizaron a sus súbditos”. La Ventana de Oriente, de la realidad metafísica, por último, es la Piedra Fundamental del Decreto de Supresión de Honores, expresado con fórmula de Ley Universal: “Si deseamos que los pueblos sean libres, observemos religiosamente el sagrado dogma de la igualdad”.
Así Mariano Moreno llevó la Luz Masónica a sus conciudadanos, así dejó una estela que acompañaría a Belgrano, Castelli, Paso, y Pueyrredón, que cruzaría el Río de la Plata con José Artigas y cruzaría los Andes con José de San Martín. Una estela luminosa que todavía hoy depara enseñanzas valiosas a los Masones del Siglo XXI.
Bibliografía
Corbière, Emilio (2004) La masonería. Política y sociedades secretas. Buenos Aires, De Bolsillo.
Corbière, Emilio (2001) La masonería II. Tradición y Revolución. Buenos Aires, Sudamericana.
Fernández Cabreli, Alfonso (1982) Masonería, morenismo, artiguismo. Presencia e influencia de la francmasonería en los movimientos independentistas del Río de la Plata. Montevideo, América Una.
Lappas, Alcibíades (2000) La Masonería Argentina a través de sus hombres. Buenos Aires.
Las Heras, Antonio (2008) “Los masones del 25 de Mayo”. En: Perfil, domingo 25 de mayo de 2008, p.p. 14-15.
Lavagnini, Aldo (2006) Manual del Compañero. Buenos Aires, Kier.
Moreno, Mariano (1953) “Decreto de Supresión de Honores al Presidente de la Junta, del 8 de diciembre de 1810”. En Rumbos de una Nación. Buenos Aires, W. M. Jacson Inc. editores.
Onsari, Fabián (1951) San Martín, la Logia Lautaro y la francmasonería. Avellaneda.
Terragno, Rodolfo (1998) Maitland & San Martín. Buenos Aires, Universidad Nacional de Quilmes.
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