I Jornada de Estudios sobre Masonería en Argentina y América Latina

Influencia de la Masonería en el Pensamiento Político de la Revolución de Mayo

22 de Mayo de 2010 / Sede de la Masonería Argentina. Pte. Perón 1242. CABA

Libro “Masonería en la Revolución de Mayo. Influencia en el pensamiento político”

Libro “Masonería en la Revolución de Mayo. Influencia en el pensamiento político”
La Gran Logia de la Argentina de Libres y Aceptados Masones y a la Universidad de Buenos Aires auspician esta primera edición de nuestro libro “Masonería en la Revolución de Mayo. Influencia en el pensamiento político”, constituyéndose en el primer libro impreso por la editorial de la Gran Logia de la Argentina “Ediciones Masónicas Argentina”. Una investigación del Centro de Estudios para la Gran Reunión Americana, del Equipo de investigación: Ricardo Romero, Roberto Sahakian, Verónica Baston, Antonio Las Heras, Nicolás Breglia, Andrea Marisa Romandetti Dasso, Jorge Cabezas, Sylvia Ruz Moreno, Germán Boure, María del Carmen Romano, Mario Luján Benítez Reyes y textos de Emilio Corbière.

Proyecto de Investigación: Influencia de la Masonería en la Revolución de Mayo

Director: Lic. Ricardo Romero

Nos proponemos en esta investigación analizar los componentes de las ideas masónicas a fin de relacionarlas en su influencia en la construcción del Estado Argentino. Haciendo una construcción analítica de fuentes históricas: documentos, escritos, proclamas y biografías, a fin de dilucidar cuáles fueron los componentes que marcan la influencia de la masonería en el Pensamiento Político de la Revolución de Mayo, sosteniendo que el esquema de Logia permitió un accionar similar a un partido de cuadros en el proceso revolucionario.

Análisis

La Logia Lautaro es la organización emblemática del análisis historiográfico. Debe su nombre a los relatos que contó Bernardo O´Higgins a Miranda sobre la oposición que realizó el toqui mapuche Lautaro a la dominación española de Chile en el siglo XVI. En sus principales objetivos estaba la de lograr la independencia de América, para establecer una confederación de repúblicas. Seguían la línea de los Caballeros Racionales, Logia creada en 1807 y que luego tomaría en Cadiz el nombre mismo de Lautaro.

Es interesante ver que la masonería llega de la mano de los liberales españoles y no de los ingleses, como critica la línea revisionista. De hecho, cuando llegan San Martín y Alvear a Buenos Aires en 1812, venían actuando logias previas, entre la más reconocida fueron las Independencia, una que levantó columnas en 1795 y otra del mismo nombre que trabajaron desde 1806 hasta confluir en la Lautaro. Si bien son logias de influencia masónica, las mismas eran operativas, con lo cual podían salirse del ritualismo y concentrarse en los objetivos específicos establecidos. Además, como comenta José Stevenson Collante, durante el proceso revolucionario, los miembros de la masonería tenían doble investidura, participaban en Logias Regulares Universales y de Logias Operativas de carácter patriótico para la revolución americana. Algunos de los principales miembros a destacar fueron: Francisco de Miranda, Andrés Bello y Simón Bolivar de Venezuela, José María Caro de México, Bernardo O´Higgins de Chiles, Juan Pablo Fretes de Paraguay; y en Argentina actuaron José de San Martín, Carlos de Alvear, Bernardo de Monteagudo, Gervasio Posadas y Tomás Guido, entre otros.

En lo académico, nos señala Emilio Corbiére (La Masonería) que si bien existen marcadas evidencias de los vínculos masónicos, por diversas razones, no se profundizan los análisis de sus implicancias. Existen trabajos que estudian el accionar de las Logias en la región, desde La Logia Lautaro por Emilio Gouchon, La masonería y la independencia de América por Nicolás Navarro, La Logia Lautaro y la independencia americana por Antonio Rodriguez Zuñiga, La Masonería a través de sus hombres por Alcides Lappas, o San Martín, la Logia Lautaro y la Francmasoneria por Fabián Onsari; o análisis específicos estudian la Revolución de Mayo, como uno reciente de Marcela Ternavasio, Gobernar la Revolución, que estudia los poderes en disputa en ese período, y en el cuál la pertenencia de los mismos a la masonería no es problematizada. Y si bien, existe la investigación Lucia Gálvez (Como dios manda? Iglesia, masonería y estado en la Argentina) quien estudia la participación de curas y masones en el proceso emancipatorio.

Lo cierto es, que la mayoría de éstos trabajos tienen un carácter esencialmente histórico y en todo caso, dejan en todo caso como un aspecto anecdótico el vinculo entre masonería y la emancipación, o la mirada se centra en un aspecto histórico del proceso. Se trata de dar una aproximación politológica al análisis para ver los componentes estructurales del pensamiento masónico derivados en el proyecto político de la revolución.



Lanzamiento de la Jornada

jueves, 29 de abril de 2010

Francisco de Miranda - El Precursor de la Independencia Latinoamericana. Germán Bourre

Francisco de Miranda - El Precursor de la Independencia Latinoamericana

Es el único latinoamericano cuyo nombre está grabado en el Arco del Triunfo en París. Su retrato forma parte de la Galería de los Personajes en el Palacio de Versalles; su estatua se encuentra frente a la del General Kellerman en el Campo de Valmy, Francia.

*Por Germán Bourre - Presidente de la Comisión Bicentenario de la Legislatura de la Ciudad de Buenos Aires

Cuando nos alejamos de la visión tradicional de la Revolución de Mayo, representada como una reunión de vecinos con paraguas en la Plaza de mayo y en el Cabildo, encontramos entre los muchos hechos concurrentes en tan complejo proceso revolucionario, que quizás uno de los factores más decisivos fue la existencia de una red independentista integrada por Manuel Belgrano, Saturnino Rodríguez Peña, Hipólito Vieytes, Nicolás Rodríguez Peña, Juan José Castelli y Antonio Luis Beruti ellos eran el núcleo de los grupos de patriotas que se reunían en tertulias secretas en la Jabonería de Hipólito Vieytes en la entonces calle de San Bartolomé (hoy México y Av. 9 de julio). Reuniones que se repetían alternativamente en la casa de Nicolás Rodríguez Peña en la calle de la Piedad tras de la iglesia de San Miguel (Hoy Bartolomé Mitre); en las oficinas de “El Correo de Comercio” editado por Belgrano; en la Sociedad Literaria, en la Sociedad del Buen Gusto del Teatro; y en también en la “imprenta de los Niños Expósitos” de Agustín Donado, lugares todos donde con su prédica independentista, maduraron la idea de la revolución en la aristocracia criolla y la burguesía porteña. Dice Mitre sobre el movimiento revolucionario “carecía de una jefatura política unificada… el posible conductor podría ser Saturnino Rodríguez Peña”.

Saturnino Rodríguez Peña era el contacto de Francisco de Miranda con Buenos Aires. Miranda era un hombre inquieto que había abrazado con afán irrefrenable la causa de la emancipación americana, y fue primero en proponer concretamente la organización de un gran imperio continental desde el Mississippi hasta Tierra del Fuego. Sin duda es el propulsor principal de las ideas “liberales” e independentistas que circulaban en América.

Viajó durante gran parte de la aventura de su vida participando en conflictos armados al servicio de diversos países, entre los que destacan tres guerras a favor de la democracia: la Independencia de los Estados Unidos; la Revolución francesa (donde fue protagonista destacado, por lo que le fue otorgado el título de Héroe de la Revolución); y por último la guerra de la independencia venezolana donde se lo reconoce como “Héroe de la Independencia”.

En los Estados Unidos Miranda conoce a George Washington, al general Knox, a Thomas Payne, al marqués de Lafayette, a Alexander Hamilton, al futuro presidente John Adams, y multitud de personajes influyentes en la historia norteamericana, es allí donde se inició en la masonería, que lo acompañaría el resto de su vida.

Es el único latinoamericano cuyo nombre está grabado en el Arco del Triunfo en París. Su retrato forma parte de la Galería de los Personajes en el Palacio de Versalles; su estatua se encuentra frente a la del General Kellerman en el Campo de Valmy, Francia.

En Marzo de 1790 presentó Miranda al Premier Británico William Pitt un Memorándum sobre la independencia de la América española, para interesar a Gran Bretaña en la gesta libertadora.

En este proyecto se planteaba la posibilidad de obtener el apoyo indígena mediante la coronación de un descendiente de los Incas como Emperador de la América del Sur, el que gobernaría conforme a un régimen constitucional similar al británico, bajo la fiscalización de una Cámara Alta de Caciques Vitalicios y otra baja, llamada de los Comunes, cuyos miembros serían designados por sufragio y durarían cinco años en el cargo. De aquí surgió, sin duda, el proyecto de coronar al Inca de las Provincias Unidas de Sud América luego debatida en el Congreso de Tucumán en 1816.

Muchos americanos inquietos y rebeldes se unían a Miranda, y juntos proyectaban el mejoramiento de las formas de vida del Nuevo Mundo. Hacia 1798, por lo menos, es indudable que Miranda, en Londres, estaba dedicado a enseñar a jóvenes nativos de América Hispana “el dulce fruto del árbol de la libertad”. Así lo atestiguó categóricamente uno de ellos, que fue su discípulo preferido: Bernardo O’Higgins. Este chileno ilustre, con otros americanos conjurados, fue quien pasó a España para establecer allí la Gran Reunión Americana, filial de la entidad que en Londres dirigía Miranda, en donde se iniciaron muchos prosélitos. O’Higgins, junto con Cortés, Juan Carlos Pretes y José Miguel Carrera fueron destinados a promover la insurrección en Chile, mientras Baquijano partía para Lima y Bejarano para Guayaquil, a fin de insurreccionar Perú y Nueva Granada. En el Río de la Plata, un destacado agente de esta organización secreta era Saturnino Rodríguez Peña.

En abril de 1808 Francisco Miranda se comunicó, mediante una carta, con Saturnino Rodríguez Peña donde le informaba de las reuniones que tuvo con Aniceto Padilla y la intención de “preparar y combinar cuanto sea conveniente y necesario para la emancipación absoluta de la patria, que es lo que nos conviene, y sin lo cual toda fatiga es vana.”

En julio de 1808 Miranda envió sendos oficios a los cabildos de Caracas y Buenos Aires instándolos a formar juntas y estar atentos a los acontecimientos de España instando a la unión para lograr “la libertad e independencia”. Además aconsejó divulgar este escrito al resto de las ciudades de América.

Se estableció entonces una fluida correspondencia entre Saturnino Rodríguez Peña, Aniceto Padilla y Miranda, para coordinar el plan de enviar una expedición inglesa al Río de la Plata, bajo la conducción de Miranda y Sir Arthur Wellesley.

El 4 de octubre Saturnino Rodríguez Peña envió una carta a Francisco Miranda poniéndolo al tanto de los planes de una regencia a cargo de la Princesa Carlota, pues “la inesperada mutación de España nos ha obligado a variar de sistema.” El nuevo plan era establecer una constitución al estilo inglés con la Regencia de Carlota para “la feliz independencia de la patria.”

Miranda continuó con las comunicaciones con los partidarios de la independencia. En una comunicación desde Londres fechada el 6 de octubre de 1808. Adjuntó un bosquejo para la “organización representativa y de gobierno para nuestra América.”

Sus ideas independentistas influyeron en fundamentales líderes de la emancipación americana como Simón Bolívar, San Martín, Bernardo O'Higgins, Carlos Alvear, Matías Zapiola, Tomás Guido y Manuel Moreno. Todos fueron iniciados en la Gran Reunión Americana que Miranda había fundado y organizado en Londres y Cádiz.

Esto, por supuesto, no supone que todos los que intervinieron en los movimientos emancipadores fueron agentes de Miranda; por el contrario, sólo unos pocos conocían la trama, y operaban con el sigilo y la prudencia que el movimiento aconsejaba.

En 1812 derrotada la primera república Venezolana Miranda es traicionado y entregado vilmente a los Españoles por Simón Bolívar a cambio de obtener su pasaporte en el acto que es considerado más moralmente dudoso y menos claro de la vida del Libertador. Prisionero de los realistas Miranda líder del movimiento independentista americano muere en cautiverio el 14 de julio de 1816.

El historiador Barros Arana sacó a la luz las recomendaciones dadas por Miranda a O’Higgins cuando regresó a Chile con propósitos revolucionarios. Seguramente, consejos muy parecidos cursó a los demás agentes que operaban en América del Sur, los cuales informaban a la Logia madre de lo que acaecía en cada uno de los distritos. Londres fue, pues, el reducto principal de la conspiración independentista, y desde allí, se distribuía la literatura subversiva y se trazaban los planes revolucionarios.

Los iniciados en las logias lautarinas José de San Martín, Bernardo O'Higgins, Carlos Alvear, Matías Zapiola, Tomás Guido, Monteagudo, Julián Álvarez y Manuel Moreno entre otros se debían a los siguientes juramentos inspirados por Miranda y aprobados en las actas del 23 de Julio de l8l2:

"Gemía la América bajo la mas vergonzosa y humillante servidumbre dominada por el cetro de hierro de España y sus Reyes como es notorio al mundo entero, y lo han observado por tres siglos con justa indignación todas las naciones. Llego por fin el momento favorable en que, disuelto el gobierno español por la prisión de su monarca; por sus observaciones repetidas; por la ocupación de España, y por otras innumerables causas, la justicia, la razón y la necesidad, demandaba imperiosamente el sacudimiento de este yugo. Las Provincias del Río de la Plata dieron la señal de libertad; se revolucionaron, han sostenido su empresa con heroica constancia; pero, desgraciadamente sin sistema, sin combinación y casi sin otro designio que el que indicaban las circunstancias, los sucesos y los accidentes. El resultado ha sido haber dado lugar a las querellas de los pueblos, al extravío de la opinión, al furor da los partidos y los intereses de la ambición, sin que los verdaderos amigos de la patria pudiesen oponer a estos gravísimos males otro remedio que su dolor y confusión".

"Este es el motivo del establecimiento de esta logia que debe componerse de caballeros americanos, que distinguidos por la libertad de las ideas y por el fervor de su patriótico celo, trabajen con sistema y plan de Independencia de la América y su felicidad, consagrando a este nobilísimo fin todas sus fuerzas, su influjo, sus facultades y talentos, sosteniéndose con fidelidad, obrando con honor y procediendo con justicia…”

Este es el legado de Francisco Miranda que no deben olvidar los pueblos latinoamericanos.

Rafael Germán Bourre – Abril 2010

sábado, 17 de abril de 2010

Los Hombres de la Masonería. Antonio Las Heras

LOS HOMBRES DE LA MASONERÍA
QUE HICIERON LA REVOLUCIÓN DE MAYO

Por ANTONIO LAS HERAS


El 11 de diciembre de 2007 la Masonería Argentina festejó los 150 años de su fundación. Este hecho podría llevar al desprevenido a suponer que antes de 1857 no había Masonería en esta región del planeta. Pero no es así. Masones, por estas latitudes, hubieron siempre. La diferencia es que no estaban agrupados en lo que se llama una Gran Logia; es decir, un grupo de logias (talleres donde los masones se reúnen para realizar sus tradicionales rituales y debatir asuntos), que acuerda organizarse admitiendo un grupo de autoridades que ayudarán a regir sus destinos. A éste agrupamiento de logias se la conoce como Gran Logia o Gran Oriente. Eso, en nuestro país, se concretó un 11 de diciembre de 1857. Y el primer Gran Maestre fue el Dr. José Roque Pérez, un abogado acaudalado, oriundo de Córdoba pero residente en Buenos Aires, que murió víctima de la fiebre amarilla a raíz de su empeño – al presidir la Comisión Popular contra la epidemia – por atender personalmente a los enfermos junto con otros “hermanos” (así se llaman entre sí los miembros de la Orden) en busca de salvar cuantas vidas se pudiera.

Para comienzos del Siglo XIX la Masonería trabajaba en el Reino de España en el más absoluto secreto que fuera posible. De ese modo en 1804, en Cádiz, dependiendo del Gran Oriente de Sevilla, levanta columnas – que es la manera de decir que es fundada - la Logia de los Caballeros Racionales Nº 3, a la cual pertenecieron Carlos María de Alvear, quien fue su Venerable Maestro – o sea “presidente” – entre 1809 y 1811, fecha en que viaja a Londres; José de San Martín, Francisco de Miranda, José María Zapiola, Bernando O´Higgins, Juan Manuel de Pueyrredón, Hipólito Vieytes y Manuel de Sarratea, entre muchos otros.

Durante el Siglo XVIII hubo en Buenos Aires masones iniciados en Europa que trabajaban en logias de las que pocos datos concretos han quedado. A comienzos del Siglo XIX funcionaba en la zona de San Telmo al menos una logia constituida por franceses, así como otras fundadas por masones ingleses llegados durante las invasiones, entre ellas “La Estrella del Sur” e “Hijos de Hiram”, que tenían sus templos en lo que hoy es el barrio de Monserrat. En ellas fueron iniciados numerosos criollos. Inclusive existió una “Orden de los Sublimes Caballeros Templarios” que, a pesar de que podría aparecer como algo diferente de la Masonería por denominarse “Orden” fue, en verdad, una institución a la que no se podía ingresar sin haber logrado antes - el aspirante – llegar a la jerarquía de Maestro Masón.
En 1795 es fundado en Buenos Aires por acción del masón portugués Juan de Silva Cordero un taller (sinónimo de logia) llamado “Logia de San Juan de Jerusalén de la Felicidad, de esta parte de América” que probablemente funcionó hasta no más allá de 1811.
También por esos días vio la luz La Logia Independencia cuyo impulsor y Venerable Maestro fue el Dr. Julián Baltazar Alvarez Perdriel - más conocido como Julián Alvarez - cuya fachada pública fue la Sociedad Patriótica, Literaria y Económica; más conocida como Sociedad Patriótica, a secas. Sobre este taller, así como otros que han quedado en la historia de aquellos tiempos, algunos investigadores han dicho que no eran masónicos sino que se trataba de agrupaciones políticas organizadas con la misma estructura de una logia, incluyendo grados, palabras secretas y toques ocultos para identificarse. Posiblemente haya sido así en algunos pocos casos. Pero no los integrados por Julián Alvarez, que eran cabalmente masónicos. Al respecto conviene aquí recordar un diálogo entre Bartolomé Mitre y Matías Zapiola cuando éste último afirma: “La de Julián Alvarez era Logia Masónica”. Este taller cumplió una misión esencial, puesto que de aquí surgieron aquellos hermanos más aptos y mejor formados que serían quienes secundarían a Alvear, San Martín, Zapiola y otros masones que llegaron a Buenos Aires en la Fragata Jorge Canning con el objetivo de fundar una de las logias Lautaro, desde las cuales se trabajaría la emancipación de estas tierras de la Corona Española. Este levantamiento de columnas tendría lugar en 1812 y, a partir de allí se crearían otras en Santa Fe, Córdoba, Mendoza y Santiago de Chile.
Recordemos, además, que Julián Alvarez estuvo entre los firmantes de la presentación popular del 25 de Mayo, que a partir de enero de 1881 formó parte de la Secretaría de Gobierno de Buenos Aires a cargo de Mariano Moreno y que tuvo permanente actividad política hasta 1820, año en que emigra a Montevideo.

Los hombres que formaron parte de los acontecimientos de Mayo de 1810 así como aquellos que tuvieron activa participación en las guerras por la liberación de la Corona Española, eran integrantes en esta logia o fueron iniciados en la misma. Algunos de sus nombres eran: Juan José Castelli, Juan José Paso, Manuel Belgrano, Mariano Moreno, Domingo Matheu, Juan Larrea, Manuel Alberti, Hipólito Vieytes, Manuel Borrego, Antonio Luis Berutti, Nicolás Rodríguez Peña y Mariano Cosme Argerich.
El lector atento, al prestar atención a los nombres señalados, advertirá enseguida que – a juzgar por los hechos acontecidos en años posteriores – estos hombres, así como otros masones que participaron en la Emancipación, no fueron siempre coincidentes en pensamientos y formas de actuar. ¿Cómo es posible explicar esto, entonces? Hay respuestas lógicas. Ante todo, el hecho que la Masonería entre sus exigencias para poder atravesar el Ritual de Iniciación, tras el cual se queda incorporado a la Orden, exige que se trate de “un hombre libre”; esto es, que tenga sus propios criterios de realidad, que sus juicios estén sometidos sólo a su deducción racional y lógica. Con ello es entendible que haya masones de todo el espectro de ideas. Pero hay más. Ante todo, debemos señalar que es absolutamente falsa la creencia de que cada Logia o Gran Logia debe sumisión y acatamiento a alguna logia mundial o cosa que se le parezca. Lo cierto es que desde siempre el máximo acatamiento que tiene un taller es, en todo caso, a algunas disposiciones de su Gran Maestre; tampoco todas, puesto que la mayoría de las decisiones se toman en reunión de quienes han llegado al grado de Maestro en cada taller. Esto lo explicó muy bien hace décadas el historiador Enrique de Gandia cuando escribe: “Estas logias, repetimos para quienes buscan conexiones innecesarias, lo mismo podían depender de una logia mayor en el país o en el extranjero, que ser independientes. Estas últimas actuaban por su cuenta, tenían sus propósitos y los llevaban a cabo sin permiso ni autorización de otras logias. A veces estaban de acuerdo entre sí y otras veces eran enemigas y se combatían. Los autores que imaginan que todas las logias debían recibir órdenes de Inglaterra o responder a una sola idea no saben lo que piensan ni lo que dicen.” (1) Y para más abundamiento, la historiadora argentina contemporánea Patricia Pasquali, indica: “La Logia de Buenos Aires se manejaba con total autonomía, tanto por su origen constitutivo como por su carácter de sociedad política: no hay constancia más elocuente de ello que su fluctuante trayectoria y sus divisiones internas.” (2)
Sostiene Enrique de Gandía que para 1810, la Masonería era importante en Buenos Aires y cita al Gral. Enrique Martínez quien, en carta a Andrés Lamas, declara que “desde época remota existía la sociedad masónica y Peña y Vieytes pertenecían a ella”. Se refiere a tiempos del Virrey Sobremonte, cuando por un accidente fue descubierta la existencia de un taller. Señala Martínez que la Jabonería de Vieytes era sitio de reunión de la logia “Amigos de la Libertad”. Para más datos, de Gandía cita a Ignacio Núñez que, en sus recuerdos, afirma que las Invasiones Inglesas contribuyeron grandemente al fortalecimiento de la labor masónica. Por su parte, Francisco Grilló, en sus “Episodios Patrios”, revela una comunicación de la Gran Logia de Versalles de 1795, dirigida a la Logia Independencia de Buenos Aires. Sobre esta misma logia, el Coronel inglés Santiago Burke, narra que cuando partía de la ciudad en 1809 fueron a despedirlo “un número de las principales personas del lugar, mis viejos amigos de Independencia”. El Gral. Miller, quien no fuera precisamente afecto a la Masonería escribe: “un club, llamado la logia, se ha introducido con el objeto ostensible de promover la emancipación de la América Española . . .”(3).

Veamos ahora de qué manera intervinieron los miembros de la Masonería en los acontecimientos de Mayo y cómo se gestaron éstos últimos mediante la activa participación de estos hombres, hechos que culminaron, años más tarde, en la Emancipación Americana.



Muchos fueron los iniciados en la Masonería que cumplieron papeles fundamentales en los hechos que precedieron a la Revolución de Mayo, así como también en la creación de la Primera Junta de Gobierno.
Ya en el año 1793 se había celebrado un pacto en Londres entre Francisco de Miranda, fundador de la “Gran Reunión Americana”, también llamada “Logia de los Caballeros Racionales”, y los masones americanos (entre los que se encontraba Saturnino Rodríguez Peña), por el cual se estableció que los ingleses apoyarían con sus tropas la emancipación de América, desistiendo de cualquier intento de dominio por parte de la corona británica. Es por ello que al producirse las invasiones inglesas, los masones de Buenos Aires, por intermedio de Juan José Castelli, exigieron al entonces gobernador Beresford, el cumplimiento del acuerdo proclamado años antes. La negativa a aceptar las condiciones pactadas ocasionó el levantamiento en armas de los patriotas, masones en su mayoría, que culminó con la derrota de los invasores.
A partir de ese momento se creó el Partido de los Patriotas, cuyos líderes eran miembros de la Masonería, contando con el apoyo del regimiento de Patricios, comandado por el masón Cornelio Saavedra.
Cuando en 1809 Sevilla cayó en manos de Napoleón quedando acéfalo el gobierno en España, en Buenos Aires se convocó a un Cabildo Abierto para decidir qué curso se le daría a los acontecimientos. El Partido Patriota sostenía la teoría de la soberanía popular, por la cual se consideraba que el poder soberano provenía de Dios y residía en el pueblo que lo delegaba en el rey; por lo tanto, al no haber un monarca, ese poder volvía al pueblo que debía designar a las nuevas autoridades. Esta postura tuvo su oposición en la figura del Virrey y del Partido Español, que rechazaron esa teoría e intentaron mantener su dominio evitando cualquier intento de ser despojados de su poder.
Es así como, luego de reunirse en la casa de Rodríguez Peña para debatir y ponerse de acuerdo en cuáles serían los pasos a seguir, los patriotas se rebelaron contra los españoles y, apoyados por el regimiento de Patricios, se convocó al Cabildo Abierto del 25 de Mayo de 1810, logrando imponer su posición a través de la creación de la Primera Junta de Gobierno. Ésta quedó integrada casi absolutamente por masones: Presidente: Cornelio de Saavedra (Masón, de acuerdo a datos ofrecidos por el Gral. Enrique Martínez y su nieto el Dr. Carlos Saavedra Zavaleta); Secretarios: Mariano Moreno (miembro de la Logia Independencia) y Juan José Paso (miembro de la Logia Independencia y de la Sociedad de los Siete); Vocales: Manuel Belgrano (tuvo una prolongada actividad masónica; iniciado en la Logia Independencia a findes del Siglo XVIII, participó de la Sociedad de los Siete, Zapiola afirma que fue integrante de la Logia Lautaro de Buenos Aires y Venerable Maestro de la Logia Argentina, más tarde llamada Logia Unidad Argentina de San Miguel de Tucumán), Miguel de Azcuénaga (el único no Iniciado), Juan José Castelli (miembro de la Logia Independencia de la que llegó a ser Venerable Maestro), Domingo Bartolomé Francisco Matheu (miembro de la Logia Independencia), Juan Larrea (iniciado en la Logia Independencia; hay una carta de Francisco de Miranda dirigida al hermano Saturnino Rodríguez Peña donde destaca la calidad de Masón de Larrea) y Manuel Alberti (miembro de la Logia Independencia y Sociedad de los Siete).
Esto demuestra la activa participación de la Masonería a través de la capacidad demostrada por muchos de sus miembros en la promoción de los acontecimientos históricos que abrieron las puertas hacia la emancipación tanto de esta parte del continente como de Americana toda.



Referencias:

(1.-) de Gandía, Enrique. La independencia de América y las sociedades secretas. Ed. Sudamérica, Santa Fe, 1994

(2.-) Pasquali, Patricia. San Martín. La fuerza de la misión y la soledad de la gloria. Ed. Planeta, Buenos Aires, 2000

(3.-) Miller, John, Memorias del General Miller, Ed. Emecé, Buenos Aires, 1997

Bibliografía complementaria:

Lapas, Alcibíades. La Masonería Argentina a través de sus hombres. Edición de la respetable Logia Panamérica. Buenos Aires, 2000
Corbiere, Emilio J. La Masonería. Política y Sociedades Secretas. Ed. Sudamericana, Buenos Aires, 1999
Corbiere, Emilio J. La Masonería II. Tradición y Revolución. Ed. Sudamericana, Buenos Aires, 2001
Breglia, Nicolás Orlando. Revolución de Mayo y Masonería. En “Por la Repúblicana” órgano de difusión de la Respetable Logia Republicana, julio de 2007
Ventura Nuñez, Enrique Oscar. Augusta y Respetable Logia Consuelo del Infortunio N* 3. Ed. Dunken, Buenos Aires, 2007






Antonio LAS HERAS es Doctor en Psicología Social graduado en 1987 en la Universidad Argentina John F. Kennedy, casa que lo distinguió en 1998 con la Gran Cruz Kennedy (máximo galardón que otorga esa Alta Casa de Estudios) y que también recibieron figuras de la talla de Arturo Frondizi y Jorge Luís Borges.
Tiene el “Premio Accesit Al Mejor Trabajo” (1985) de la Cátedra de Historia de la Medicina de la Universidad de Buenos Aires, la Faja Nacional de Honor en el Género Ensayo (1991) de la Asociación de Escritores Argentinos (ADEA) y recientemente la misma distinción de la Sociedad Argentina de Escritores (SADE) por su libro “Sociedades Secretas: Masonería, Templarios, Rosacruces y otras órdenes esotéricas” de Editorial Albatros; “Alquimia. Historia, rituales y fórmulas” (Albatros, Buenos Aires); en Ediciones Nowtilus (Madrid) “Jesús de Nazareth. La biografía prohibida” y “La trama Colón” y “Manual de Psicología Junguiana” en Ed. Trama (Buenos Aires).
Ocupa el cargo de Gran Guarda Templo Interno en la Gran Logia de la Argentina de Libres y Aceptados Masones.

martes, 13 de abril de 2010

La Masonería en el proceso emancipador y la Revolución de Mayo. Lic. Tamara Le Gorlois

La Masonería en el proceso emancipador y la Revolución de Mayo


Lic. Tamara Le Gorlois
Maestra de Ceremonias
Licenciada en Turismo
Guía de Turismo
Periodista Turística



Resumen

El trasfondo de la Revolución de Mayo (tal como lo advirtió Bartolomé Mitre en la introducción a su obra “Historia de Belgrano y de la Independencia Argentina”) fue un proceso emancipador que se gestó "al calor del factor económico".
En ese fragor, es innegable que la presencia masónica durante los Días de Mayo y la Guerra de la Independencia, tuvo un rol protagónico. Así se ve, por ejemplo, que en la formación de la Primera Junta revolucionaria, todos sus miembros (excepto Miguel de Azcuénaga) fueron masones, inclusive el eclesiástico Manuel Alberti. Los integrantes de sociedades revolucionarias y paramasónicas, claves en la gesta independentista, como la Logia Lautaro, la Sociedad Patriótica, el Club de Marcos, los líderes de nuestro primer ejército, marina y prefectura, entre otros, habían sido casi todos iniciados en la Hermandad.
Tampoco fueron pocos los masones que integraron los Triunviratos, la Asamblea del Año XIII, el Congreso de Tucumán, los Directorios. Y la lista sigue con quince de nuestros presidentes, algunos vicepresidentes, juristas, legisladores, eminencias en la cultura, la educación, las ciencias…, muchos de ellos masones.
Con estos antecedentes, el desafío en sí no fue llevar adelante una investigación de los hechos, sino tratar de hacer una presentación sucinta de tan vasta trayectoria masónica.


Ponencia:

A finales de siglo XVIII se vislumbraba el auge del Iluminismo y en Buenos Aires dominaba el espíritu modernizador representado por el gobierno del Virrey Juan José de Vértiz y Salcedo.

La llegada de la Masonería a la América del Sur revolucionaria, fue el resultado de la influencia del liberalismo español y mediterráneo. Comerciantes, militares, intelectuales procedentes de Inglaterra, España, Portugal y Francia, fueron quienes difundieron las logias en América del Sur.

La primera actividad masónica que se desarrolló en Buenos Aires, fue la “Logia Independencia” en 1795, que se reunía cerca de la parroquia de San Telmo. Su sola denominación acusaba en sus integrantes una concepción autonomista para las tierras americanas. Conocida como la de los franceses, la logia obtuvo Carta Constitutiva de la Grande Lodge Generale Ecossaise de France, cuerpo este que fue absorbido el 8 de enero de 1805 por el Gran Oriente de Francia, quedando la logia en libertad de acción de ahí en adelante.

El portugués Juan de Silva Cordero, fundó la Logia San Juan de Jerusalén de la Felicidad de esta parte de América (probablemente desactivada en 1810), con Carta Constitutiva de la Gran Logia de Maryland.

Las Invasiones Inglesas, por su lado, trajeron en el seno de sus regimientos logias que funcionaban con Carta Constitutiva de la Gran Logia de Irlanda. Algunos de esos logistas constituyeron en Buenos Aires las logias "Hijos de Hiram" y "La Estrella del Sur", en el barrio de Montserrat; ambas también con Carta Constitutiva de la Gran Logia de Irlanda, y en cuyo seno fueron iniciados muchos criollos.

También subsistía la "Orden de los Sublimes Caballeros Templarios", y en 1810 se levantaron columnas de la logia criolla "Independencia", que fue dirigida por Julián Baltasar Álvarez (es probable que no haya tenido continuidad con la homónima que la precedió). Esta logia es la que suministró los elementos básicos para la constitución de la Logia Lautaro, con la cual se inició el historial más importante de la Masonería en la Emancipación.

Fueron varios los intereses comerciales que pugnaban por una inminente reacción emancipadora.

La revolución industrial le dio al Reino Unido grandes ventajas en la expansión comercial. El rol de exportadores de productos manufacturados obligó a los británicos a abrir nuevas rutas mercantiles, pero el panorama mundial no favorecía el desarrollo anglosajón. El bloqueo continental que produjo la ocupación napoleónica, como embargo comercial, prohibía la entrada de productos británicos en el continente europeo. También el monopolio que España imponía sobre sus colonias americanas, era otro gran impedimento al intercambio comercial con las islas. La armada británica pretendió conquistar nuevos mercados, en primera medida por la fuerza. Pero sendas invasiones fallidas en el Río de la Plata, entre otros factores, les hizo reflexionar a los británicos sobre la necesidad de extender líneas comerciales en forma más protocolar, para lo cual el seno de la Masonería era un lugar propicio. La fraternidad estrechaba lazos interesantes para intercambiar y concretar metas, tanto las revolucionarias del lado de los patriotas americanos como las mercantiles de los anglosajones.

El iniciado Martín de Álzaga, por ejemplo, fue miembro del Cabildo de Buenos Aires, Alcalde de primer voto y destacado hacendado. Dedicado al contrabando de telas y armas, el monopolio impuesto por España lo benefició con creces, por lo cual se opuso a la apertura comercial. Cuando en 1806 se produjo la primera invasión inglesa en Buenos Aires, puso su fortuna al servicio de la Reconquista. Beresford había ordenado el secuestro de todas las armas en poder de particulares, pero Álzaga era especialista en el tráfico de armas, por lo que pudo reunir centenares, organizó un grupo de conspiradores, alquiló en secreto las casas que daban a la Plaza Mayor y desde allí cavó túneles para minar el fuerte, instando cantones desde los cuales podía hacer frente a los invasores. Su capacidad de organización era notable; tenía una tenaz voluntad y un don natural de mando. Alquiló la chacra de Perdriel, en el actual partido de San Martín, donde los voluntarios se entrenaban y se reunía la caballería. Cuando Santiago de Liniers llegó desde Montevideo y comenzó la Reconquista de Buenos Aires, apareció de repente el ejército secreto de Álzaga, y los ingleses fueron rápidamente vencidos. La flota inglesa no había abandonado el Río de la Plata, y pronto llegaron refuerzos, al mando del general John Whitelocke. Éstos tomaron Montevideo en junio de 1807, eliminando con facilidad las fuerzas del virrey Sobremonte. Álzaga simplemente ordenó el arresto de Sobremonte y su reemplazo por Liniers, como interino. Participó en la organización de las milicias de voluntarios de la ciudad, un ejército de más de seis mil hombres, y pagó con sus propios fondos la formación de un regimiento de asturianos y vizcaínos.

Liniers fue derrotado en los corrales de Miserere, pero Álzaga lo convenció de retomar la defensa. Los ingleses fueron derrotados y se rindieron. Álzaga incluyó en las condiciones de la rendición que debían entregar también Montevideo.

Del otro lado del océano, en Londres, los futuros próceres sudamericanos se iniciaban y afiliaban a la “Gran Reunión Americana” (primera asociación política-secreta), al calor de las ideas liberales de las revoluciones norteamericana y francesa. En la logia figuraban destacados intelectuales y militares, como Francisco de Miranda, Santiago Mariño, Andrés Bello, Simón Rodríguez, y su alumno el general Simón Bolívar (todos ellos venezolanos), Bernardo O'Higgins (chileno), José Joaquín de Olmedo y Vicente Rocafuerte (ambos guayaquileños), entre muchos otros.

Los dos más grandes libertadores sudamericanos, Simón Bolívar, y José Francisco de San Martín, juraron ante esta “asociación”, llevar adelante la causa de la emancipación de Sudamérica, a pesar de las personalidades tan dispares entre ambos paladines.

San Martín comenzó su carrera militar como cadete en el Regimiento de Murcia, mientras estallaba la Revolución Francesa. En 1808, las tropas de Napoleón Bonaparte invadieron la península Ibérica y el rey Fernando VII fue tomado prisionero, convirtiéndose América en territorio libre.

En Madrid se había fundado la filial de la “Gran Reunión Americana”, una sociedad de filiaciones masónicas, fundada por Francisco de Miranda, quién junto con Simón Bolívar, ya luchaba en América por la independencia de Venezuela. Dentro de la hermandad, se relacionó con políticos británicos que le hicieron conocer el Plan de Maitland, estrategia para que América se liberara de España.

Luego, en Cádiz se creó otra, la “Sociedad de Lautaro”. Era el puerto marítimo más frecuentado por los criollos americanos en aquella época, consolidando rápidamente su agrupación.

En sus campañas, San Martín conoció al escocés Lord James Mac Duff, IV Conde de Fife (masón), quien le puso en contacto por primera vez con las logias secretas, círculos de liberales y revolucionarios, que simpatizaban con la lucha por la independencia sudamericana. Entonces San Martín era edecán del famoso gobernador de Cádiz, el General Francisco Solano, Marqués del Socorro), también nacido en América, maestro y espejo del capitán San Martín. Francisco Solano era entonces Venerable en Cádiz, y fue quien inició a San Martín en la Logia gaditana “Integridad N° 7”. Esta logia tenía Carta Constitutiva otorgada por la Logia Provincial de los Antiguos y en 1804 ya figuraba con el Nº 7 en el Gran Oriente Regional de Sevilla. Según el historiador español masón, Augusto Barcia Trelles, San Martín recibe la luz masónica con su grado de aprendiz en 1808. De su primera iniciación, pasó a la Logia Caballeros Racionales Nº 3, donde recibió el Tercer Grado de la Masonería, el de Maestro Masón, el 6 de mayo de 1808. Posteriormente fundó con Alvear la Logia Caballeros Racionales Nº 7.
D ahí en más para el general José de San Martín transcurrirían cuarenta y dos años de vida masónica en no menos de 18 logias.

En 1811, San Martín renunció a su carrera militar en España solicitándole a su jefe pasaporte para viajar a Londres, quien le autorizó y facilitó la salida. Una de las cartas de recomendación con las que contaba, era para James Mac Duff, con quien tuvo contacto en Londres. Allí el dirigente masón no mezquinó colaboración económica y pecuniaria para el viaje de San Martín, junto a otros iniciados como su primo Carlos María de Alvear, José Matías Zapiola, Tomás Guido, Holmberg, Chilavert, Vera Arellano, Andrés Bello y el padre Ramón Eduardo Anchoris, entre otros, quienes se dirigieron el 19 de enero de 1812 rumbo a América para participar de la insurrección contra España.

Desembarcados en Buenos Aires, fueron recibidos por los miembros del Primer Triunvirato y por el doctor Julián Álvarez, quien entonces como jefe de la Masonería local, presidía la "Logia Independencia", la cual suministró los elementos básicos para la Lautaro.

La Logia Lautaro, filial de la Gran Reunión Americana, de Londres, fue una logia pseudomasónica cuyo triángulo primigenio, fue formado en 1813 por San Martín, Alvear y Zapiola (los tres iniciados en logias gaditanas).

Según Mitre, “Las sociedades secretas de los americanos, revestían todas las formas de las Logias Masónicas; pero sólo tenían de tales, los signos, las fórmulas, los grados y los juramentos”.

La Logia Lautaro no fue una logia masónica, fue un taller político-masónico, una logia operativa, donde para afiliarse, era excluyente haber sido iniciado en la Masonería. Se buscaba de esta manera, garantizar la formación moral, civil, intelectual y el consenso de ideas de sus miembros.

En muy breve lapso incorporaría en su seno a los afiliados a la logia de Julián Álvarez y a los dirigentes de la Sociedad Patriótica.

San Martín y Alvear fueron por mucho tiempo los árbitros de esta logia de severa disciplina. De los miembros de la logia, 3 pertenecían al poder ejecutivo, 28 de sus miembros eran representantes en la Asamblea General Constituyente, 13 eran partidarios de San Martín y 24 de Alvear.

El autoritario Triunvirato, convencido de que contaba con la fuerza para imponer arbitrariamente sus decisiones sobre la opinión pública, era un obstáculo insalvable para la Logia, y debía ser derrocado. Chiclana y Nicolás Herrera entraron en vinculaciones con los lautarinos, pero ello no facilitó la ingerencia de la entidad en lo político, pues Rivadavia no estaba dispuesto a compartir ideas. En octubre llegó la noticia de que el Ejército del Norte, contradiciendo las órdenes del Primer Triunvirato de que abandonara la lucha, había vencido a las tropas realistas en la batalla de Tucumán y los habían expulsado hacia el norte.

José de San Martín y Carlos de Alvear, Venerable Maestro de la logia, al comprobar la falta de representatividad y eficacia del primer Triunvirato, congregaron a las tropas frente al Cabildo, el 8 de octubre de 1812. Los granaderos, al mando de su jefe, “se presentaron en la plaza de la Victoria para demostrar a los cabildantes porteños que esta vez la razón tenía como aliada la fuerza” (José Pacífico Otero, Historia del Libertador Don José de San Martín).

Así se impuso el nuevo Triunvirato, llamado Gobierno Superior, compuesto por Juan José Paso, Nicolás Rodríguez Peña y Antonio Álvarez Jonte, los tres hermanos de la orden. Rivadavia fue arrestado y obligado a alejarse de Buenos Aires. El primer y más trascendente acto de este nuevo gobierno fue convocar a la Asamblea del año XIII, formadora de leyes de la libertad civil; pero no llegó a declarar la Independencia y redactar una constitución. En pocos meses, la logia adquirió el poder político que necesitaba para llevar adelante sus proyectos de Independencia.

La logia llegó a servir de enlace de los trabajos entre San Martín y el Director Supremo Juan Martín de Pueyrredón, también hermano de la orden. Tanta era la importancia que San Martín concedía a la logia, que la estableció en todas partes adonde se dirigía, organizó las sociedades secretas en Mendoza, Córdoba. Santa Fe, Santiago de Chile y Lima. Todas ellas denominadas Lautaro y manteniendo entre sí activa coordinación y cooperación, mientras se preparaban las fuerzas que irían sobre el Perú, para destruir el foco más poderoso de la resistencia colonial y donde también habría de fundar la Lautaro en Lima. Contaban éstas con los mismos principios y constitución que la Lautaro porteña, a la que habían de someterse, O’Higgins en Chile y el propio San Martín en Lima, como encargados del poder ejecutivo de estos países. San Martín, además fundó la logia del Ejército del Norte, donde Manuel Belgrano fue iniciado y luego pasó a presidir. Debido a sus convicciones católicas, Belgrano nunca fue parte de la Logia Lautaro, aunque casi siempre estuvo de acuerdo con sus posturas. Belgrano a su vez creó la “Logia Argentina” en Tucumán (denominada luego “Unidad Argentina”), que trabajó con Carta Constitutiva otorgada por la Masonería de Nueva Granada. El creador de la Bandera Nacional, también estuvo afiliado a la Logia del Ejército de los Andes, junto a sus más dilectos compañeros de armas.

Otros masones que se unieron a San Martín, y que se destacaron en la guerra emancipadora, fueron Tomás Guido, Antonio Beruti, Tomás de Iriarte y Enrique Martínez, todos generales de la Independencia. El diploma del Grado 33 que Mitre le otorgó a Guido, estrecho colaborador de San Martín y luego diplomático durante del gobierno de Juan Manuel de Rosas, se conserva actualmente en el Archivo General de la Nación.

Asimismo, Beruti, que participó con Domingo French en los días de Mayo, perteneció a la Masonería (logias "Independencia", "Lautaro", "Ejército de los Andes" y "San Juan de la Frontera" de San Juan), y alentó los grupos de choque denominados "Legión Infernal" y los movimientos juveniles “chisperos”.

Todos, de alguna manera, formaron parte de las logias lautarinas, que también tuvieron otros nombres como el de "Logia Ejército de los Andes", y reunió a poco más de trescientos oficiales del ejército durante el Cruce de los Andes.

Julián Álvarez tuvo en los acontecimientos de 1810 y en la década posterior una actividad central, a menudo ignorada por los historiadores. Miembro de una familia rica, pudo estudiar en el Colegio Real de San Carlos, se doctoró en Teología en la Universidad de Córdoba, y en leyes en Chuquisaca. Paralelamente a sus estudios sacerdotales, en Chuquisaca, leyó los libros prohibidos de Rousseau, y los enciclopedistas. Los acontecimientos de Mayo sedujeron al joven a dejar la sotana uniéndose a los revolucionarios. Amigo y gran colaborador del masón Mariano Moreno, trabajó con él en la Secretaría de Gobierno de Buenos Aires. Conocía sus ideas y su famoso Plan de operaciones. Trabajó en el periódico La Gaceta de Buenos Aires, aún luego de la muerte prematura de Moreno.

Álvarez trabajó estrechamente con San Martín hasta 1820, realizando misiones que éste le encomendó u organizando grupos revolucionarios o de choque en Buenos Aires. Fue el nexo entre las ideas morenistas del período de mayo de 1810 y las de San Martín, en Mendoza, durante la organización del Ejército de los Andes, tuvo a su cargo la redacción de La Gaceta y sirvió en la Secretaría de Gobierno.

Desde Mayo hasta el inicio de la anarquía en 1820, Julián Baltasar Álvarez fue uno de los más importantes propulsores de las logias masónicas en ambas orillas del Río de la Plata. Constituyó talleres operativos, reductos paramasónicos, con finalidades políticas, de carácter de sociedades patrióticas, civiles y militares.

Uno de los clubes patrióticos, inspirado por el jefe masónico, fue el que se reunía en el Café de Marco o Marcos. Así se formó el primer club de Buenos Aires, en abril de 1811. Se reunía en el establecimiento de expendio de bebidas y salón de billares fundado en 1804 por el catalán Pedro José Marcos, frente a la iglesia de San Ignacio en la esquina de las actuales calles Bolívar y Alsina. El Club fue centro de varias conjuras contra el saavedrismo organizadas por la juventud morenista, en donde se destacaban Álvarez, Beruti, French, Agustín Donado, Francisco Planes, Salvador Cornet como cabezas del movimiento patriótico. Si bien esta sociedad tenía carácter de logia operativa, sus miembros fueron en mayoría iniciados en las logias masónicas, lo cual explica que se siguieran reuniendo luego de la disolución del Club de Marcos.

En marzo la Junta Gubernativa expidió un decreto, mandando expulsar de la ciudad, en el término de cuarenta y ocho horas, todos los españoles solteros que se encontrasen en ella. El Club tomó como objetivo la redacción y suscripción de una petición al Gobierno, a favor de los españoles comprendidos en el decreto. Mientras esto pareciera un acto de generosidad y beneficencia, era seguro que D. Julián Álvarez lo apoyaría.

Con toda la inexperiencia de la edad juvenil, promovió con calor la petición; la redactó, y fue uno de los diputados del Club para presentarla a la Junta, y obtener la revocación del decreto. La Junta accedió a la petición; pero el decreto que había chocado contra la opinión de algunos miembros, al ser revocado excitó la cólera de otros. Los detractores promovieron una asonada en la que fueron perseguidos quienes pidieron la revocación del decreto. El Cabildo apoyó la petición del pueblo, y proscribieron y encarcelaron a los más notables asistentes al Club de Marcos; entre ellos estaba Don Julián Álvarez, quien advirtió demasiado tarde, que se había abusado de su inexperiencia, haciéndosele partícipe de un miserable complot.

Como todo revolucionario patriota, basculó entre la cárcel y el poder, acorde a las ideas del momento, hasta decidir partir en 1820, al ostracismo en Montevideo con su mujer y su familia.


Bibliografía

1. Barcia Trelles Augusto: “San Martín y la Logia Lautaro” (1948).
2. Carnicelli, Américo: “La Masonería en la Independencia de América”.
3. De Gandía, Enrique: La Independencia de América y Las Sociedades Secretas, Ed. Sudamérica - Santa Fe, 1994.
4. Lappas, Alcibíades: La Masonería Argentina a Través de sus Hombres, Buenos Aires, 1966.
5. Lascano, Martín Victoriano: “Las Sociedades Secretas, Políticas y Masónicas en Buenos Aires”. El Ateneo, Buenos Aires 1927.
6. López, Vicente Fidel: "Historia de la República Argentina". Buenos Aires, 1912.
7. Mendoza Silva, Eduardo: “Masonería Pre Republicana”.
8. Mitre, Bartolomé: “Historia de Belgrano y de la Independencia Argentina”. Imprenta de Mayo, Buenos Aires, Argentina, 1859, Tomo II, página 273.
9. Onsari, Fabián: San Martín, la Logia Lautaro y la francmasonería. 1951. Avellaneda.
10. Terragno Rodolfo: "Maitland & San Martín" editado por la Universidad Nacional de Quilmes en 1998.

martes, 6 de abril de 2010

La Masonería Argentina a través de sus hombres. Milciades Lappas

La Masonería en el Río de la Plata durante el siglo XVIII


Hemos visto como surgió la Masonería especulativa actual, como adquirió carácter orgánico a partir del ano 1717, con la fundación de la Gran Logia de Inglaterra y su difusión a partir de esa fecha por el viejo y nuevo mundo.

Veamos ahora lo relativo a la aparición de la Masonería en el Río de la Plata. A juzgar por documentos encontrados en la ciudad de Buenos Aires y por otros existentes en el archivo de la Gran Logia de Inglaterra, esta ultima, con fecha 17 de abril de 1735, siendo su Gran Maestre Tomás, segundo vizconde de Weymouth, designa al caballero Randolph Took como Gran Maestre Provincial para América del Sud.

Dado que la Gran Logia de Inglaterra recién a partir de 1750 empezó a tener matricula de sus miembros, carecemos de mayores datos sobre el antes mencionado Took y los masones que pudo haber iniciado en aquella época. Su nombre figura en 1730 como miembro de la Logia Emulación Nº 21 de la ciudad de Londres, cuya fundación data en 1723.

Primer gran Maestre Provincial

En una nomina de Grandes Maestros Provinciales, que aparentemente se remonta al ano 1737, Took sigue figurando con el referido titulo así como las Logias fundadas por el que continuaban en actividad: su nombre no figura en cambia en los registros del ano 1750, lo cual hace presumir que en el ínterin haya fallecido.

En la ciudad de Buenos Aires encontramos a Took entre 1735 y 1737, ocupándose aparentemente de negocios, ya que realiza varios viajes entre la ciudad de Buenos Aires y la región del Caribe y Brasil.

Contrariamente a las afirmaciones contundentes de Juan Canter, se ha podido comprobar como cierta la existencia en Buenos Aires de una Logia denominada Independencia, fundada a fines del siglo XVIII y que obtuvo Carta Constitutiva de la Grande Loge Generale Ecossaise de France, cuerpo este que fue absorbido el 8 de enero de 1805 por el Gran Oriente de Francia, quedando la antes mencionada Logia en libertad de acción sobre su futuro.

A fines también del siglo XVIII, el portugués Juan de Silva Cordero, funda la Logia San Juan de Jerusalén de la Felicidad de esta parte de América, con Carta Constitutiva de la Gran Logia de Maryland. Los títulos distintivos de ambas Logias indican bien a las claras cuales eran las fina1idades perseguidas por sus organizadores: la independencia y la fe1icidad de esta parte de América.

Durante las Invasiones Inglesas, en el seno de los regimientos que llegaron a Buenos Aires había Logias que funcionaban con Carta Constitutiva de la Gran Logia de Irlanda. Los miembros de esas Logias constituyeron en Buenos Aires las Logias Hijos de Hiram y Estrella del Sur, ambas también con Carta Constitutiva de la Gran Logia de Irlanda, y en cuyo seno fueron iniciados muchos criollos.

La Masonería después de 1810

Al producirse la Revolución de Mayo existía en Buenos Aires una logia presidida por el doctor Julián B. Álvarez. Se desconoce con exactitud el nombre de la referida logia, ya que unas veces aparece con el de San Juan y otras con el de Independencia. Dado que todas las Logias Masónicas se denominan Logias de San Juan, cabria la hipótesis de que el de Independencia fuera el verdadero titulo distintivo de la Logia y esta fuera la misma fundada a fines del siglo XVIII.

La Logia, presidida par el doctor Álvarez, tiene una importancia fundamental por cuanto de entre sus miembros fueron seleccionados aquellos que secundarían a Alvear, San Martín, Zapiola y demás masones viajeros que llegaron en la fragata Jorge Canning, para la fundación de la Logia Lautaro de Buenos Aires.

La Logia Lautaro

La Logia Lautaro fue fundada en 1812 y sus integrantes formaron posteriormente las lautarinas o lautarias de las ciudades de San Fe, Córdoba y Mendoza en la Argentina, y la de Santiago de Chile.

Además de las Logias lautarinas, durante las guerras de la independencia hubo sendas Logias en el Ejercito de los Andes y en el Ejercito del Norte, la primera presidida por el Libertador y la segunda por Belgrano.

El general Belgrano funda además la Logia Argentina de la ciudad de Tucumán, denominada posteriormente Unidad Argentina y que trabajo con Carta Constitutiva otorgada par la Masonería de Nueva Granada. Véase respecto de las actividades masónicas del general Belgrano el estudio realizado por Arturo Gambolini, organizador del Archivo Histórico de la provincia de Salta.

Acerca de esas Logias se ha entablado una polémica, mas de una vez apasionada, sobre si eran o no masónicas. Los que les negaron tal carácter sostienen que "aparte del formulismo masónico esas agrupaciones tenían fines patrióticos y que sus componentes eran profundamente católicos".

Las condenas del Vaticano

Se pone particular énfasis en esto ultimo por haber sido la Masonería reiteradamente condenada par las autoridades del Vaticano desde el 28/4/ 1738, en que apareció la "constitución" In Eminenti Apostolatus Specula, de Clemente XII. Sobre esa encíclica se baso Felipe V en 1740 para legislar en contra de los masones, ejemplo que se imitó con el Real Decreto del 2 de julio de 1751 y otras sucesivas medidas de las autoridades españolas hasta la actualidad, en que el gobierno franquista condena el "delito de Masonería" con una pena mínima de doce años y un día de prisión.

Por su parte, el Vaticano ha seguido condenando a la Masonería a trabes de las "constituciones" de Benedicto XIV, del 18 de mayo de 1751, titulada Próvidas Romanorum; de Pío VII, del 13 de setiembre de 1821, titulada Ecclesiam a Jesu-Christo; de León XII, del 13 de marzo de 1825, Quo Graviora; las encíclicas de Pío VIII, del 21 de mayo de 1829, Traditi Humilitati Nostrae; de Gregorio XVI, del 15 de agosto de 1832, Mirari Vos, que esta dirigida contra los errores del mundo moderno; de Pío IX, autor de varias, las más importantes de las cuales son Qui Pluribus, del 9 de noviembre de 1846, Syllabus, del 8 de diciembre de 1864, Multiplices Inter, del 21 de septiembre de 1865, Ex Epístola, del 26 de octubre de 1865, Apostolicae Sedis, del 12 de octubre de 1869, y Etsi Multa, del 21 de noviembre de 1873; y final mente, León XIII, con su Humanum Genus, del 20 de abril de 1884, seguida de una Instrucción Publica del Santo Oficio "De Secta Massonum", del 7 de mayo de 1884, "Proeclara Gratulationis", del 20 de junio de 1894, Annum Igressi, del 18 de marzo de 1902, sin contar la declaración hecha oficialmente el 19 de marzo de 1950, a través de las columnas del Osservatore Romano, órgano periodístico oficioso del Estado Vaticano, en el sentido de que las condenaciones de la Masonería se mantienen en toda su integridad.

Al argumento de que siendo los patriotas de 1810 y de la independencia argentina profundamente cató1icos no podrían ser masones, ya que la Iglesia había "condenado la secta", se puede contestar que con ese criterio esos mismos hombres, ante la aparición de las bulas de Pío VII, del 30 de enero de 1816, y las de León XII, del 24 de septiembre de 1824 y del 10 de febrero de 1825, en que se condenaba a los movimientos libertadores de América, debían abandonar las armas y volver a someterse a Fernando VII y sus sucesores.

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La Logia Lautaro

Logia de Lautaro

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La Logia Lautaro fue una organización española de la Gran Reunión Americana, también conocida como Logia de los Caballeros Racionales, una logia masónica fundada por Francisco de Miranda en el año 1797 en Londres.

Contenido

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Objetivos [editar]

El objetivo de esta logia era lograr la independencia de América de los españoles, estableciendo un sistema republicano unitario y un gobierno unipersonal. La primera filial de la Logia se fundó en Cádiz (España) en el año 1811, con el nombre de Logia Lautaro, en honor al caudillo mapuche llamado Lautaro,[1] que llamó a su pueblo a sublevarse contra los conquistadores españoles de Chile en el siglo XVI.

Estaba inspirada en su organización en las logias masónicas, y en su inicio fue dirigida por José de Gurruchaga. Entre los miembros principales que participaron en esta sociedad caben destacarse:

Origen [editar]

Su nombre se debe a los relatos que contó Bernardo O'Higgins a Miranda sobre la oposición que realizó el toqui mapuche Lautaro a la dominación española de Chile en el siglo XVI. El objetivo de esta logia era lograr la independencia de América de los españoles, estableciendo un sistema republicano unitario y un gobierno unipersonal. En 1807, Miranda fundó en Cádiz y Madrid filiales de los Caballeros Racionales.

La primer filial de la Logia se fundó en Cádiz (España) en el año 1811, con el nombre de Logia Lautaro.

Según el historiador argentino Emilio J. Corbiere, la masonería llegó al Río de la Plata a finales del siglo XVIII, influida por la masonería española y no por la inglesa como se ha creído. Cuando San Martín, Alvear y otros patriotas llegaron a Buenos Aires en 1812, la Orden ya estaba implantada: existía la Logia Independencia en 1795 y en 1810 se estableció una homónima, presidida por Julián Álvarez, la cual se llamó Logia de San Juan, y suministró los elementos básicos para la Lautaro. Las Lautarinas fueron logias masónicas operativas no en el sentido tradicional del término, sino con objetivos revolucionarios, además de simbólicas; de ahí el error de muchos autores, incluso masónicos, que permitió generar fábulas impulsadas por los escritores católicos y antimasónicos en general. San Martín fue iniciado masón en la Logia Integridad de Cádiz y de allí pasó a la Logia Caballeros Racionales Nº 3, donde recibió el Tercer Grado de la masonería simbólica, el de Maestro Masón, el 6 de mayo de 1808. Posteriormente funda con Alvear la Logia Caballeros Racionales Nº 7.

José Stevenson Collante, por su parte, afirma que en este proceso revolucionario, gran parte de sus miembros tenían la doble investidura de masones de Logias Regulares Universales y de Masones de Logias Patrióticas Revolucionarias Americanas.

Otra versión indica que, aparentemente, de acuerdo a las investigaciones del reputado autor masónico Albert Gallatin Mackey, la Logia se compondría de dos cámaras: la masonería simbólica o azul, que constaba de los tres primeros grados, y la masonería superior o roja, compuesta de los grados 4° y 5°, Rosa Cruz y Kadosh, respectivamente, de acuerdo a la terminología masónica. Esta cámara o sección fue denominada por San Martín como Gran Logia de Buenos Aires, y fue la que actuó en política prescindiendo de la Lautaro, la cual no intervenía para nada en las deliberaciones de aquélla. Por lo tanto, no se trataría de uno, sino que serían dos organismos autónomos, aun cuando guardaran entre sí una estrecha relación

Entre los miembros principales que participaron en esta sociedad caben destacarse:

Logia Lautaro de Buenos Aires [editar]

Fue la primera filial establecida en América. Esta sociedad secreta fue creada en Buenos Aires, en 1812, por José de San Martín, Carlos María de Alvear, y Julián Álvarez. Tenía como objetivo principal luchar para lograr la independencia continental, triunfando en el plano militar, y haciendo que la política siguiera ese objetivo básico. Se unió a la Sociedad Patriótica que fuera creada por Mariano Moreno.

José de San Martín participó en Londres en las reuniones del grupo que se desarrollaron en las casas de Andrés Bello y Luis López Méndez, fundando luego esta logia en Buenos Aires. Mantenían reuniones en las casas de alguno de sus miembros o en un local ubicado en lo que actualmente es la calle Balcarce, frente al Convento de Santo Domingo.

Miembros (importantes) [editar]

Entre sus miembros o "Hermanos" estaban:

 

Finalmente la Logia Lautaro fue disuelta en el año 1820. La influencia de la Logia se extendió de a poco entre otros países sudamericanos, fundándose varias filiales.

Véase también: Francmasonería en Argentina

Logia Lautaro de Santiago de Chile o Logia Lautarina [editar]

La principal misión de la Logia Lautarina era establecer gobiernos independientes en América Latina. Dado su carácter de organización secreta ayudó a coordinar y establecer contactos entre muchos de los líderes de la independencia de Chile y Argentina. Asociados destacados de la logia fueron Bernardo O'Higgins y el citado José de San Martín. O'Higgins fue el autor de la Constitución Matriz de la Logia Lautaro establecida en Chile. El contacto entre la Logia Lautarina chilena y sus filiales en Argentina fue posible gracias al Mariscal de campo de José de San Martín, José Antonio Alvarez Condarco.

La Logia Lautaro de Santiago fue instalada el 12 de marzo de 1817, después del triunfo de los patriotas en la Batalla de Chacabuco. Tuvo filiales en el Perú, Bolivia y Uruguay.

Actualmente se cree que la Logia Lautarina planeó el fusilamiento de los hermanos Carrera (Juan José y Luis) en Mendoza y el asesinato de Manuel Rodríguez en Til-Til, ambos eventos ocurridos en 1818, y en los cuales se vio involucrado Bernardo de Monteagudo, miembro de la Logia.[2]

Miembros [editar]

Otras logias en América del Sur [editar]

Referencias [editar]

  1. PORCEL, Roberto Edelmiro: "La araucanización de nuestra pampa", Buenos Aires, 2007, página 15.
  2. El teniente Antonio Navarro, autor material del asesinato de Rodríguez, acusó a Monteagudo de dar la órden; Justo Abel Rosales, Los restos de Manuel Rodríguez, Recopilación de todas las piezas que componen el expediente formado por el comité popular para identificarlos, Imprenta B. Vicuña Mackenna, p.57, Santiago, 1895.

Obtenido de "http://es.wikipedia.org/wiki/Logia_de_Lautaro"

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